viernes, 2 de noviembre de 2012

Las ventajas de ser invisible

Las ventajas de ser invisible (the perks of being a wallflower) 2012.  Director: Stephen Chbosky.  Reparto: Logan Lerman (Charlie); Ezra Miller (Patrick) y Emma Watson (Sam).
Una tarde como cualquier otra, nos dispusimos (mi esposa y yo) a nuestro ménage à trois semanal (por aquello de compartir intimidad con mis dos amores), para dejar en manos del destino nuestro afortunado o desafortunado final del día.
Mi elección estaba clara desde hace unos días: “Las ventajas de ser invisible”.  Precedida de buenas críticas y con el visto bueno de mi biblia digital a la hora de saber más de lo que voy a ver (www.imdb.com), nos dispusimos a iniciar la sesión, no sin antes echar un vistazo a lo que se nos viene en estos días de festividades, o para algunos, lo que los espera en las salas de cine el 25 de diciembre o el primero de enero para desenguayabar.
Al estar catalogada como cine independiente, hubiera podido caer en el error de adular esta obra sin siquiera haberla contemplado, simplemente por llevar ese rótulo, aunque la experiencia me ha demostrado que todo aquello que suene a cine independiente, no siempre es sinónimo de buen cine.  Sin embargo, en este caso, no estuve frente a la excepción sino frente a la regla.  “Las ventajas de ser invisible”, no sólo es una muestra de buen cine independiente, sino que demuestra nuevamente que el mejor capital que puede tener cualquier película es una buena historia, además de una gran puesta en escena.
Charlie (Lerman), un adolescente en plena evolución, enfrentando el que podría ser el cambio más traumático para cualquier muchacho de su edad, pasar de secundaria a preparatoria (sistema escolar gringo), agregando además un elemento que puede hacer aún más tétrico este cambio: la muerte de su mejor amigo, teniendo que atravesar sólo esta difícil etapa, y la no tan reciente desaparición de su tía Helen (Melanie Lynskey), a quien Charlie cataloga como su persona favorita.
Perdón, olvidaba adicionar otro elemento que pone la cereza en la punta del postre.  Charlie sufre de graves problemas mentales debido a las terribles experiencias que ha sopesado en su corta existencia y que en ocasiones le originan imágenes de su vida, que le causan un gran dolor, el cual se refleja como una profunda tristeza en su rostro, que de por sí, acongoja al espectador y lo hace partícipe de su tragedia.
Bien es sabido que ser un novato no es de las experiencias más agradables en la vida de cualquier ser humano, es claro que a merced de los más experimentados, el novato es carne fresca para cualquiera de sus antojos, pasando desde la simple broma, a elementos más intimidantes que terminan por derrotar o fortalecer a quien esté en sus zapatos.  En el caso de Charlie, la sensación de derrota ante esta situación, se percibe inminente.
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Mr. Anderson (Paul Rudd), surge como la primera tabla de salvación para Charlie.  Profesor de inglés avanzado, se convierte en la base sobre la cual empieza a germinar una incipiente pero prometedora carrera de escritor de nuestro protagonista, quien a pesar de su timidez, logra captar la atención de su maestro, eso sí, dejando en claro que, en palabras de Charlie: “Si mi profesor de inglés es el único amigo que hago hoy, va a ser algo deprimente”.
Entre clases y descansos, diferentes personajes van haciendo su aparición, entre ellos Patrick (Miller), un estudiante de último año, quien en medio de sus habilidades histriónicas, llama la atención de todos sus compañeros, especialmente de su profesor de carpintería, o artes manuales, como quieran llamarlo, quien posa de némesis en este cuadro, siendo en principio abusador, o simplemente parte integrante del sistema.
En una escena que daría inicio a una entrañable relación, un partido de fútbol americano sirve de antesala para la aparición de Sam (Watson), al igual que Patrick, estudiante de último año, disfuncional, parte de todo, parte de nada.  Musa e inspiración del héroe de esta trama que en medio del partido, estrecha lazos de amistad, tan frágiles que ante cualquier ventisca podrían ceder.
Entre ires y venires, personajes excéntricos y monótonos empiezan a dar rumbo a una historia, cuyo atractivo más importante, es que pudo ser la historia de todos nosotros, todos aquellos que de una u otra forma fuimos inadaptados, nos enamoramos locamente, platónicamente y buscamos desesperadamente un lugar en el mundo, que por costumbrismos o prejuicios, desesperadamente nos ha sido negado.
Si bien Charlie lucha incansablemente por buscar su lugar en el mundo, al parecer un lugar en el mundo necesitaba de él.  Es de este modo que en medio de una fiesta con sus nuevos amigos, y en medio de una mezcla alocada de hormonas y brownies adobados con cannabis, surge otro de los tantos momentos esenciales de esta película, que con cada escena, toca fibras infranqueables en mi ser.  En el calor de la adolescencia excitada y el transe causado por una inocente traba, un brindis se alza en nombre de nuestro protagonista, quien acongojado por tal muestra de amistad, sólo puede expresar: “Nunca pensé que alguien me podía notar…”
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 En el momento que los personajes empiezan a asumir sus roles en la vida, no sólo los roles teatrales en medio de una obra de culto, sino los que asumen para vivir sus vidas, las dificultades se empiezan a presentar, y como siempre, la eterna pregunta surge: ¿Por qué las personas buenas siempre escogen/se enamoran de las personas malas? Dando una respuesta simple y sencilla: “Aceptamos el amor que creemos merecer”.
Al acabar mi adolescencia, el sentimentalismo y la sensibilidad se fueron agotando a medida que la realidad se apoderaba de cada uno de mis días, pero puedo afirmar bajo la gravedad de juramento que al ver en esta película tantas similitudes con mi vida, las lágrimas brotaban tímidamente por mi rostro a la vista incrédula de mi esposa, quien seguramente, en ese momento, denotó esa pizca de humanidad que aún guardo dentro de mi ser.
En síntesis, “Las ventajas de ser invisible”, podría haber recaído en ese sub género de cine adolescente que bien puede marcar generaciones y convertirse en culto, o ridiculizar con elementos escatológicos, misóginos y sexistas, elevando al estatus de deidades a sujetos cuya intelectualidad o razón, se perciben siempre nulas, pero las victorias y reconocimientos, hacen parte de la orden del día.
Sé que tantos como yo, se sentirán reflejados en las pantallas de los cinemas o en los televisores de sus casas, por una historia que parece sencilla, pero que en su desarrollo, aborda una gran complejidad, a tal punto que al encenderse las luces, es necesario tomarse un par de minutos antes de abandonar la sala, los pensamientos fluyen en una fuente inagotable y nos damos cuenta que la individualidad (palabra sin sentido en estos días), la marginalidad y la originalidad, las mismas que nos hicieron víctimas en nuestra adolescencia y que decidimos anular en nuestra adultez para sobrevivir, son herramientas necesarias para darle rienda a una vida que más que nunca está famélica de significado.
Para despedirme, una última frase de Charlie: “Somos infinitos”.   
Calificación: 9/10

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