Dunkerque
(Dunkirk). 2017. Director: Christopher Nolan. Reparto: Mark Rylance (Mr. Dawson); Tom Hardy
(Farrier) y Kenneth Branagh (Comandante Bolton)
Si hay un momento histórico que capte mi atención un poco
más que los demás, aparte del Renacimiento, es todo lo relacionado con la
Segunda Guerra Mundial, fuente inagotable de historias que casi que se podrían
convertir en un género propio en el cine, por cuanto años tras año, somos
testigos de las diferentes obras que llegan a las carteleras, siendo en su
mayoría de una riqueza especial, aunque, dada la abrumadora cantidad de cintas
sobre el tema, en alguna oportunidad terminan por saturar al espectador, viendo
una y otra vez la historia múltiples veces narrada, solo cambiando de óptica,
desde el punto de vista militar, el de las víctimas, el político y hasta el
deportivo, pero siempre teniendo como eje, la figura del Tercer Reich, sus
atrocidades, la deshumanización del conflicto e incontables anécdotas heroicas,
que terminan convirtiéndose en documentos necesarios para no olvidar y no
repetir una de las mayores atrocidades de la humanidad.
Dada la naturaleza del cine como vehículo para contar
historias, los guiones se enfilan bajo el protagonismo de héroes o villanos,
sobre quienes gira el argumento, aduciendo a ficticias conversaciones, o
reales, dependiendo del ángulo en el que se quiera contar la historia, pero que
finalmente arrojan productos muy similares, salvo varias excepciones, que
gracias a su apego con los hechos, terminan siendo memoria histórica de la
sociedad, contemplando incautos el eterno conflicto entre el bien y el mal,
encarnado por lo general en un enemigo común, el Führer, quien es el fiel
reflejo de lo que se concibe como perverso, sin desconocer que aún su figura es
objeto de veneración en algunos reductos sociales.
Surgen en la historia los personajes de siempre, los líderes
malignos, los benignos, los héroes en armas, los héroes civiles, el dolor, la
desesperanza, hasta contextos más explícitos, que resultan en manifestaciones
directas al régimen de turno, que si bien reciben el beneplácito del celuloide
y de algunos críticos, resultan descontextualizadas al examen histórico,
arrebatándole un poco de su esencia y ubicándolos más en un plano de ficción
ante un suceso real, situación que si bien resulta bastante aceptable, termina
siendo una apuesta segura para el realizador, quien en aras de no arriesgar,
termina pareciéndose a todo lo demás.
Pero, si bien la elaboración de estas reseñas con las que
los he acompañado hace un tiempo, se estructuran a partir de elementos
literarios, histriónicos y musicales, cuando es el caso, quise en esta ocasión,
valerme de elementos históricos, para determinar la riqueza de la cinta que en
esta ocasión traigo a colación, que además de tratarse de un acontecimiento de
alta importancia para la humanidad, resultaba extraño que pasara desapercibido
para el séptimo arte, más aún cuando hemos podido apreciar eventos tan
relevantes como el desembarco en Normandía, el ajusticiamiento de gran parte
del régimen a través de mecanismos jurídicos, o hasta la crueldad de los campos
de concentración, pero muchos quedábamos con el sabor agridulce por no poder
apreciar en la gran pantalla El Milagro de Dunquerke, el gran caso de
colaboración civil – militar, que obtuvo como premio, la vida de cerca de
400.000 miembros de los ejércitos ingleses y franceses, cuya salvación
resultaba casi imposible, más aún cuando sobre esta zona de la Costa Francesa,
se apostaba uno de los más feroces ataques nazis, en busca de invadir Francia y
adelantar su proceso expansivo a través de toda Europa.
Corría el mes de mayo de 1940, después de una seguidilla de
derrotas en busca de detener la avanzada Nazi sobre el país galo, los ejércitos
británico y francés se repliegan, llegando a la bahía de Dunkerque. Atrapados en ese punto geográfico,
acorralados por aviones caza alemanes que salvajemente desplegaban toda su
artillería en puntos clave que servían de plan de evacuación para los soldados
allí apostados, despojándolos poco a poco de toda esperanza, haciéndolos
testigos de la desolación que el paisaje de buques hundidos por las
impresionantes ráfagas de fuego o las voraces bombas, iba quedando en el mar,
sin tener más opción que esperar la muerte o un milagro, siendo la primera
opción la más acorde con la situación que en ese entonces estaban atravesando.
Desde tierra, mar y aire, se buscan formas para resolver
esta situación, que fácilmente se convertiría entre dar el paso para resistir
el impetuoso ataque de las fuerzas a cargo de Führer, o permitir la invasión,
constituyendo así un triunfo para los intereses expansionistas, y una
estruendosa derrota, cuya cara más visible se observaba fuera de la plataforma
continental europea, siendo el Reino Unido, el principal bastión de resistencia
a un plan a todas luces mortífero para todo el que habitara en eso lares del
planeta.
Siendo un hecho histórico y de amplio conocimiento, no es
mucho lo que pueda expandirme en la sinopsis de esta película, lo cual a su
vez, se constituye en su mayor fortaleza, pues el director da plena libertad al
espectador para tomar una posición frente a los hechos que se llevan a cabo
frente a sus ojos, con una narrativa que se aborda desde lo visual, casi
llegando a los límites del documental, dada su naturalidad y apego a la
realidad, apego ya corroborado con creces por un amplio grupo de historiadores,
quienes ante estos documentos históricos, suelen sentar su voz de rechazo dadas
las libertades del equipo de producción ante obras de este corte, pero que en
esta ocasión, han enarbolado sus palmas, llegando a concluir casi con
unanimidad, que Christopher Nolan ha llevado a la gran pantalla, una de las
mejores películas bélicas de todos los tiempos.
Debo decir que la recomendación del director, para apreciar
esta cinta en salas IMAX, no es una idea al azar, puesto que, al ser el formato
utilizado para filmar esta película, se denota el interés por hacer lo más real
posible la experiencia del espectador, dado su formato que lo aborda por
completo, la angustia, los miedos y todos los sentimientos que afloraban en
medio de las imágenes desesperantes puestas en escena, imprimen esos mismos
sentimientos en las salas, multiplicando la capacidad de asombro de los
asistentes, y gracias a las características de sonido, se puede llegar a
observa a algunos esquivando balas, que por esas especiales características, se
sienten rozando las cabezas de quienes se dan la oportunidad de ver esta
película en estos teatros.
La ausencia de diálogos extensos o capaces de desenredar la
trama de esta cinta, es otro de los elementos que no dejó al azar Nolan en su
proceso creativo, dándole la oportunidad a los hechos que se presencian, para
que hablen por sí mismos, que impriman con contundencia la desolación de la
situación que se está contemplando, que incluso, los momentos de alegría, sean
experimentados por la audiencia como propios, exasperados por las pocas chances
de sobrevivir, pero siendo testigos del milagro provocado por la participación
civil de cientos de embarcaciones particulares, quienes atendiendo el llamado de
la Corona, se embarcaron en una de sus travesías más difíciles, recorriendo
cientos de kilómetros a través del canal de la mancha, hasta llegar al punto
donde, cientos de soldados formados, aún guardaban con fe la opción de ser
rescatados y que finalmente se dio, salvando a más de 300.000 de los cerca de
400.000 soldados, apostados en esta playa.
Capítulo aparte merecen las tomas aéreas, aquellas que
mostraban los ataques llevados a cabo entre los Spitfire británicos contra los
cazas alemanes, cuyo objetivo, también debido a la prepotencia de Hitler, era
acabar por aire, con ataques numerosos e indiscriminados a loas atrapados en
Dunkerque, liberando a sus tropas por tierra para embarcarse en otras misiones,
decisión que le costaría demasiado, al darle la posibilidad a la resistencia de
recomponer su moral, y de poder encarar con mayor valor los capítulos finales
de esta confrontación.
Tom Hardy, a bordo de uno de los Spitfire, muestra toda su
versatilidad, gracias a un elemento que el mismo Nolan ha confesado, y es el
hecho de cubrir siempre el rostro de este actor, quien solo con sus
expresiones, da a entender la complejidad del momento en que se encuentra en
pantalla, complejidad que se multiplica con este director, quien sin recurrir a
elementos digitales, ha construido a la mejor construcción de un ataque aéreo llevados
al cine, con la velocidad de estas máquinas sobrevolando las aterrorizadas
cabezas de los soldados y de los civiles a cargo del rescate, quienes, veían
como ángeles a estos aviones que gracias a la pericia de sus pilotos,
contribuyeron a la consecución del milagro, y en los espectadores, dieron la
oportunidad de transportarse en medio de una misión casi suicida, donde el
tiempo, las armas y el combustible, jugaban un papel determinante.
Muchos han señalado a Dunkerque como la obra máxima de
Christopher Nolan, por encima de cintas como The Dark Knight o Memento, pero
bajo mi consideración, podría decir que no es su mejor película, aun siendo una
gran película bélica, género que siempre ha sido de mi atención, por cuanto su
sello se ha imprimido a través del juego mental que la audiencia tiene que
construir para interpretar los mensajes dados por el espectador, situación que
se contempla en menor medida en Dunkerque, pero gracias a la puesta en escena,
donde la experiencia absorbente, no le da paz a la audiencia, llenándola de
angustia y deseos de salvación.
“Hombres de mi edad
declararon esta guerra. ¿Por qué se debería permitir que nuestros hijos la
peleen?
Calificación: 8/10
P.D. Este ha sido un año maravilloso en materia de
realizadores, ya después de ver a Nolan, espero con ansia lo nuevo de Kathryn
Bigelow, laureada directora, quien llevará a las pantallas uno de los eventos
más horribles de la historia americana con su cinta “Detroit”, sumándose muy
pronto a directores como Guillermo del Toro, Dennis Villeneuve, Ridley Scott,
Danny Boyle, entre otros, que han escogido este 2017 para mostrar sus nuevos
trabajos.