Birdman (o
la inesperada virtud de la ignorancia).
2014. Director: Alejandro
González Iñárritu. Reparto: Michael
Keaton (Riggan Thomson); Emma Stone (Sam) y Edward Norton (Mike).
Es grato
para todos los cinéfilos de este lado del mundo, identificados por un mismo
idioma y una idiosincrasia característica, ver que después de arduos esfuerzos
y de pasos intermitentes por le élite de este amado arte, el reconocimiento a
los realizadores latinoamericanos, en especial a los mexicanos, ha venido por
borbotones, en los últimos 8 años, cuando Guillermo del Toro obtuvo todas las
palmas en la temporada 2006 por su maravillosa y mágica “El laberinto del fauno”,
donde dio rienda suelta a esa incontenible creatividad, siguiendo con Alfonso Cuarón y su Óscar por “Gravedad”,
que marcó un hito que quizás venía estancado desde la incursión espacial
realizada por Stanley Kubrick en “2001: Odisea en el espacio”, quienes han
hecho del espacio exterior, no sólo un escenario más sino un completo
protagonista de sus historias; llegando finalmente al gran acontecimiento de
esta temporada, donde Alejandro González Iñárritu, que si bien ya había hecho
eco de su magnífica carrera con aquella trilogía escrita en conjunto con
Guillermo Arriaga (Amores perros, 21 gramos y Babel), ahora está a punto de la
cúspide de su carrera con una película que da justo donde más le duele al
celuloide y que para esta temporada de premios, ha impuesto un paso que aún
espera recoger todos aquellos reconocimientos que para muchos conocedores debe
recibir.
Puede ser
una observación despectiva afirmar que estos reconocimientos vienen justo
cuando estos tres realizadores han ajustado sus producciones al gusto de
Hollywood, perdiendo la identidad latinoamericana y siendo tildados hasta de
vendidos por aquellos papistas recalcitrantes del arte, pero la verdad es que,
como todos los reconocimientos, devienen de un esfuerzo personal y un
redescubrimiento constante de sus capacidades artísticas, una evolución que no
depara límites y que a futuro, aspira traer más gratificaciones que de una u
otra forma han logrado un lugar en el mundo del séptimo arte a esta región que
tiene muchas historias que contar y muchos artistas capaces de plasmarlas en la
gran pantalla.
Ya lo decía
Michael Keaton al obtener el Globo de Oro como mejor actor en una película comedia/musical,
que en este momento cualquier actor de gran reconocimiento en Hollywood daría
lo que fuera para participar en una película de González Iñárritu, quien se ha
caracterizado por llevar a los ojos del espectador un viaje contundente a las
emociones humanas, teniendo como fórmula entrelazar en un acontecimiento
trágico una serie de historias que definen a sus protagonistas y los llevan a
reflexionar sobre su individualidad; fórmula que gracias a la evolución ya
mencionada, se rompe con Birdman, no sólo por factores de la historia, que para
efectos de los premios ha sido catalogada como una comedia, pero que conlleva
un intenso drama, sino también por su proceso técnico y sin igual edición, que
dará un efecto que comentaré más adelante.
Riggan Thomson
(Keaton), una gran celebridad venida a menos, quien en sus años dorados
recogiera una inmensa fama y fortuna gracias a su interpretación de un súper
héroe, cuyo nombre le da el título a esta película, busca retomar un lugar en
las memorias de los espectadores, ya no al frente de las cámaras sino esta vez
sobre las tablas de un teatro de Broadway, donde quiere hacer su última apuesta
sacrificando sus últimos recursos, no sólo económicos sino personales,
adaptando como director, escritor y protagonista, una obra escrita
originalmente por Raymond Carver titulada What We Talk About When We
Talk About Love, esperando volver
a tener el brillo que con tanta nostalgia recuerda.
Sin embargo, en el
proceso fielmente representado de llevar adelante la obra de teatro, se
enfrenta con diferentes obstáculos que pasan por lo financiero, lo técnico y lo
humano, además de una constante lucha con su alter ego, el súper héroe
que alguna vez fue y que le imprime el drama a un personaje que nos lleva a una
montaña rusa de emociones, pasando en 5 segundos por la hilaridad, la depresión
y la maldad, finalmente conjurada por procesos de meditación, que fluye como
mecanismo para exorcizar estos demonios que la fama ha creado en la figura de Riggan.
Por una imperiosa
necesidad, llega a escena Mike (Norton), un actor de carta mayor, adepto y
representante de los más reconocidos métodos histriónicos, quien con su ego
enaltecido, llevará constantemente al precipicio los esfuerzos de un elenco que
no termina de convencer y que con una mezcla de juventud y experiencia, quiere
hacer las delicias de los exigentes espectadores, los cuales en las diferentes
presentaciones de pre-estreno, serán testigos de las constantes luchas del
director-escritor-protagonista, por sobresalir ante la imponente figura de
quien a sí mismo considera como una joya en bruto de las tablas.
Riggan, además de su
papel multipropósito en la obra, tiene la obligación de salvaguardar la
integridad de su hija Sam (Stone), quien recientemente salió de rehabilitación
a causa de sus reiterados excesos, y que para tal fin la emplea como asistente,
pero que debido a la intensidad del diario acontecer tras bambalinas, termina convirtiéndose
en el estandarte de su padre, que cuadro tras cuadro, lleva consigo un
deterioro físico y mental, que ineludiblemente lo llevarán a su fin, o intempestivamente
a la realización de su anhelado sueño, puesto que, como es bien sabido, son
esos momentos de derrota y de precipitación al abismo, los que más recogen la
absoluta capacidad de una humanidad decadente.
Es trágico afirmar
que no hay nada más cómico que ver a un grande en decadencia o nada más dramático
que ver los incansables esfuerzos de los famosos por volver al curubito, pero
de verdad resulta lastimosamente cómico, ver los innumerables esfuerzos de
Riggan (Keaton) por llevar adelante una empresa que nace quebrada, pero más
aún, relucir su cordura por encima de la locura que el estrés y la presión por
el retorno al estrellato, lo consumen poco a poco a la mirada insana de los
espectadores.
Es justamente esa
descripción la que recoge de las cenizas a un actor que irónicamente, pareciese
estar llevando a la gran pantalla su propia decadencia, pues fue Keaton, quien
de la mano de Tim Burton, le dio un lugar en el celuloide al cine de súper héroes,
que antes de su recordada Batman, era una mera parodia de poca monta para el
séptimo arte, pero que gracias a su excelente personificación del “caballero de
la noche”, marco un antes y un después para este género, así como marcó un
antes y un después para Keaton, quien después de las dos películas de Batman en
las que participó, se vio relegado a papeles secundarios o a protagónicos en
películas de poca monta, llevándolo casi a su desaparición de la constelación
de celebridades.
Comentaba González
Iñárritu en algunas entrevistas que sólo un actor con la personalidad de
Keaton, podía sacar adelante un personaje tan complejo como Riggan Thomson,
pues si bien podía resultar en una burla a su propia vida, su temple y amor
propio, hicieron ver al público una representación y una invocación de sus
propios males, resucitando para la industria, poniendo al director a la altura
de Tarantino, quien al igual se ha caracterizado por resucitar viejas glorias.
Esta película le
duele a Hollywood y a cada uno de sus elementos, pues muestra el cambalache que
ha realizado Hollywood al intercambiar calidad por dinero, haciendo de las
celebridades, figuras reconocidas no por su talento sino por sus marcas de
fábrica como lo son sus músculos, curvas o sonrisas, que con el paso de los
años, han relegado a un mundo underground a quienes constantemente reclamamos
producciones de calidad y que lastimosamente nos tenemos que conformar con
sumar números en las chequeras de las grandes productoras, mercenarias de este
amado arte.
Birdman permite a
todos los que de una u otra forma hacemos parte del cine, ya sea por su
participación directa o por nuestro amor a la gran pantalla, nos identifiquemos
con cada uno de los personajes que aparecen en la cinta, tal como sucede con
quien a lo largo de la historia, no sólo del cine sino de diferentes artes, ha
ostentado el papel de némesis llevando a la peor de las desdichas a quienes con
su esfuerzo han logrado consignar para sí mismos el mote de artistas, pero que
bajo su implacable pluma, son llevados a la miseria de ser tratados como seres
inferiores. No hablo de otro más sino de
los críticos, críticos que para el caso de Birdman, no perdonan bajo pretexto
alguno que una celebridad, una figura decorativa, cuyo único propósito es
servir de maniquí para engrosar las ventas de sus patrocinadores, pueda ser
considerado como un artista, a pesar que el mal gusto de las masas diga lo
contrario.
"...Tú no eres un actor. Eres una celebridad."
Calificación:
8.5/10
Nota: Para
este domingo 22 de febrero, Birdman compite por nueve estatuillas en los
premios Óscar, siendo los más relevantes los de mejor actor, mejor director y
mejor película, compitiendo en estas dos últimas categorías contra mi favorita
(Boyhood), con la cual ha alternado la gloria, siendo esta última la más seria
aspirante al gran reconocimiento, desplazando a Birdman a la posición de
sorpresa.
Antes de
pasarlo por alto, dos cosas que deben observarse con mucho detenimiento en esta
cinta: la primera, el plano secuencia que da el matiz de grabar esta película
en una sola toma, gracias a la estupenda labor del director de fotografía Emmanuel
Lubezki, cuya labor ya fue reconocida por la Academia el año anterior con “Gravedad”,
y que este año va de nuevo por la gloria, con una muy seria aspiración.
La segunda,
presten mucha atención al juego de puertas que recuerda las viejas tomas de la
comedia de los años 20 y posteriormente en algunas caricaturas, donde un abrir
y cerrar de las puertas, da pie a cambios intempestivos en la trama y que
continuamente causan esa sensación de sorpresa en el espectador, quien ansioso
espera por ver qué sucederá al abrir la puerta o su estupefacción al momento de
ver lo que acaba de suceder, mientras la puerta se cierra de un solo golpe.