martes, 6 de noviembre de 2012

Operación Skyfall (Skyfall)

Operación Skyfall (Skyfall).  2012.  Director: Sam Mendes.  Reparto: Daniel Craig (James Bond); Javier Bardem (Silva); Judi Dench (M) y Ralph Fiennes (Gareth Mallory).
Antes de comenzar, tengo una confesión que hacer.  No soy un gran adepto de la saga del agente secreto más famoso del cine.  De hecho, la última película del 007 que había visto en la gran pantalla fue Goldeneye, es decir, hace ya un buen rato.  Sin embargo, debido a los buenos comentarios que había recibido esta cinta, tanto en su construcción como en las actuaciones, decidí dar el salto al vacío y arriesgarme en una MAÑANA de DOMINGO a percatarme con mis propios ojos de que tantas virtudes podían ser ciertas.
Arrancamos con una marca registrada de la saga: una persecución.  James Bond persigue por lugares inimaginables al maleante de turno, en medio del ambiente turco que sirve de telón para el tentempié de esta cena.  Buenos recursos para su género, es decir, imaginación al momento del uso de los recursos tales como: vehículos usados, lugares por donde se desarrolla la persecución y explosiones, muchas explosiones.  Vale la pena decir que esta persecución pone un ingrediente más que la hace inesperada para el espectador y que da un buen inicio a una película que, como toda la saga de James Bond, es una montaña rusa, con altas y bajas al momento de llamar la atención de los asistentes al teatro.
Rescato la banda sonora, otra firma registrada de la saga.  Esta vez bajo la responsabilidad de la gran Adele, quien con su sensual voz, y uno acordes apropiados al talante de la saga, ponen ese toque de dramatismo y sensualidad que caracterizan al 007, mezclando la armonía con una presentación característica de la saga y que poco a poco no empieza a sumergir en una trama que en un principio, pinta interesante.
Como lo dije antes, James Bond es una montaña rusa de 2 horas largas, donde las subidas y bajadas en la trama son constantes.  Esa relación edípica entre M (Dench) y James Bond (Craig), marca el hilo de la historia, donde las decisiones de la primera, se ven alteradas por la pérdida de una información valiosa para el MI6, la cual pone en peligro el destino de las agencias de inteligencia británicas y mundiales, debido a la puesta en descubierto de la identidad de varios agentes infiltrados en diferentes organizaciones terroristas a nivel global.
En busca del responsable de tan temible atentado a la seguridad del planeta, el agente 007, empieza a cruzarse con elementos propios de la marca, a saber: Q y sus invenciones en pro de la misión, la chica Bond y el villano de la historia, que en esta ocasión es interpretado, de manera decente, por Javier Bardem, quien esta vez rubio, se presenta como el mayor némesis de la organización de inteligencia, debido a que en su pasado, fue parte de esta organización, motivo por el cual, conoce todos los secretos que finalmente harán vulnerable al MI6.
El único comentario que en esta ocasión, se podría hacer de la chica Bond , interpretada por Bérénice Marlohe, es que su belleza no desentona con la belleza propia de las chicas Bond de la saga, pero su aparición es intrascendente, más allá del hilo que pone en la trama, el cual de por sí se podría develar sólo, sin necesidad de su aparición.  Por esta razón, mi visión de la chica Bond de Skyfall, es la de un bello florero que adorna un escenario en el cual parece puesta a la fuerza, para no obviar uno de los elementos necesarios de una película del agente 007.
Vale la pena detenerse un momento observando la interpretación de Bardem, quien, valga la pena decirlo, inicia como un villano altamente provocador e interesante, creando una tensión sexual con Bond, la cual genera en el espectador varias emociones encontradas, las cuales se van convirtiendo en preguntas, que uno espera sean resueltas en el desarrollo de la historia, pero como ya lo había dicho, no hallan solución debido a la monotonía del guión, que hace de un villano interesante, un loco en busca de venganza.
Pese a momentos con altas dosis de acción, el sueño de mi esposa era un claro indicador de que algo fallaba en la trama de la película, la cual al final muestra giros interesantes, pero no muy bien logrados, haciendo que la atención en la película, se disperse en ocasiones, señal ésta que a Operación Skyfall, la hace algo sobrevalorada para mi gusto.  Situación que también podría interpretar en que las películas de James Bond, se han convertido en un sub género del cine de acción, el cual es atractivo para seguidores de la saga y conocedores de la historia de James Bond.
Daniel Craig ha imprimido su propia marca interpretando al 007, su dolor y su esfuerzo resultan creíbles para alguien que como yo, fue a ver Skyfall, no como fan de la saga sino como fanático del cine en busca de los últimos títulos en cartelera.  Aunque la inteligencia, elegancia y arrojo del personaje, no me llenaron por completo, y más cuando en días anteriores había sido testigo de una puesta en escena magistral de una historia de agentes secretos, basada en una historia de la vida real, donde la humanidad de los personajes, es el vínculo más atrayente de la película con el espectador.
Recomiendo esta película para aquellos espectadores que han seguido fielmente las historias de James Bond, o para aquellos que son seguidores de Daniel Craig encarnando al agente 007.  Para el resto de los espectadores, puede resultar interesante si se quedan con los puntos de alta tensión de la trama y pasan por alto los varios momentos de baja tensión de la misma.  De todos modos, aplico una moraleja en este caso: no crean que una película es buena sólo por los comentarios de los demás.  Véanla por ustedes mismos y critíquenla según su propio criterio.
Mi nombre es Bond.  James Bond.
Calificación: 6.5/10.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Argo

Argo.  2012.  Director: Ben Affleck.  Reparto: Ben Affleck (Tony Mendez); Bryan Cranston (Jack O’Donell); Alan Arkin (Lester Siegel) y John Goodman (John Chambers).
Pese a que ya había tenido una primera experiencia a solas con Argo, decidí compartir nuevamente esta experiencia, pero esta vez al lado de mis padres, quienes afortunadamente, por accidente o por decisión propia, tuvieron la fabulosa idea de llevarme a una tierna edad al templo majestuoso donde todos los sueños se hacen realidad.  Me llevaron a una sala de cine donde por primera vez, tuve la oportunidad de entrar a este mundo maravilloso, siendo mi primera vez con Dumbo, un clásico de Disney del cual hablaré en otra ocasión, debido al significado tan especial que tiene para mí.
Esa tarde de domingo, ya volviendo a nuestros días, decidimos ir a buscar una película en cine, que cumpliera con las siguientes condiciones: 1)tenía que ser en función de matiné; 2) debía ser lo suficientemente interesante para captar su atención y evitar que sus ronquidos se adueñaran de la sala de cine; y 3) tenía que ser una película que no fuera en 3d, porque esas películas funcionan como un perfecto somnífero para ellos.
Fue así como llegamos a Argo, agregando una recomendación mía, ya que tal como lo comenté, tuve la oportunidad de verla el día del estreno, llevándome una muy grata impresión, impresión que pensé podía también ser muy grata para mis padres, quienes la verdad, tienen constantemente gratas impresiones al no ser tan exigentes con las películas que quieren ver, más por diversión que por atracción.
Ben Affleck, ha pasado de ser una completa decepción del celuloide, debido a sus pasos en falso con pésimas películas (Daredevil, Gigli, Jersey girl), después de haber hecho una magnífica entrada gracias a su actuación y participación en la genial “En busca del destino”; a tener un nombre respetado en la meca del cine, gracias a su más o menos reciente incursión en la dirección de películas que han sido muy bien recibidas (Desapareció una noche y Atracción peligrosa) por la crítica y por los amantes del cine.  Hay quienes afirman que Ben Affleck ha llegado a ocupar el lugar de Clint Eastwood, debido a su calidad tanto delante como detrás de las cámaras.
Entrando en materia, Argo sustenta su trama en hechos de la vida real ocurridos a finales de los años setenta y principios de los años 80, donde Irán cosechaba un inmenso brote de odio contra Estados Unidos, debido a la decisión adoptada en aquél entonces de refugiar al Sha Palevi, líder occidentalizado quien durante el término de su dictadura, ocasionó inmensa desgracia en el pueblo Iraní, causando al momento de ser depuesto la ira de todos los iraníes quienes buscaban obtener justicia a mano propia.
Como muestra de su creciente descontento, manifestantes agolpados a las afueras de la embajada de Estados Unidos en Teherán, en medio del fervor del momento, deciden tomar por la fuerza las instalaciones de la embajada, tomando como rehenes a todos los ocupantes que se encontraban en el momento, tornando la manifestación en una crisis internacional de inmensas proporciones, poniendo al gobierno de Estados Unidos (tal como se ve en la película), en una increíble encrucijada de la cual no se contemplan soluciones a corto plazo y por el contrario, hace denotar la completa incompetencia de los burócratas gringos al momento de arreglar este problema.

En medio de esta difícil situación, seis funcionarios de la embajada logran escapar de la revuelta, buscando afanosamente refugio en la ciudad, refugio que les es dado por el Embajador de Canadá al abrir las puertas de su embajada para que puedan protegerse de la horda enfurecida que busca a cualquier costo saciar su sed de venganza en contra de un gobierno al cual consideran traidor.
Una vez llega a oídos del Gobierno de Estados Unidos la situación de estos seis funcionarios, buscan la forma de liberarlos, momento en el que hace su aparición Tony Mendez (Affleck), quien al llamado de su superior (Cranston), acude a la reunión donde se evalúa la situación, simplemente para ratificar la imposibilidad de realizar cualquier tipo de operación de extracción que devuelva sanos y salvos a los funcionarios refugiados.
Pasando por ideas inverosímiles, tales como mandar bicicletas a los refugiados para que recorran por este medio varios cientos de kilómetros hasta la frontera con Turquía, Tony Mendez, en medio de una charla telefónica con su hijo, al ver televisión, tiene una epifanía, la cual en medio de tantas malas ideas, podría ser la menos mala de todas.
Para recuperar a los refugiados en la Embajada de Canadá, Mendez propone hacer pasar a los funcionarios como miembros de un equipo de filmación canadiense en busca de locaciones para la realización de una película de ciencia ficción, quienes al término de su tarea, volverían a sus lugares de origen, no sin antes hacer creer a las autoridades del régimen iraní, que son ciudadanos canadienses que no guardan relación alguna con Estados Unidos.
Pese a la incredulidad de todas las autoridades, al ver la premura del tiempo y las posibles medidas que el Gobierno de Canadá pudiera tomar, deciden llevar a cabo la idea de Mendez, para lo cual se ponen inmediatamente en contacto con la industria hollywoodense para poder crear de la nada una falsa película de ciencia ficción, cuya historia debía desarrollarse en Oriente Medio, más exactamente en Irán.
Es en este punto donde rescato una de las relaciones más reservadas de la historia política mundial.  La relación de la política de Estados Unidos con Hollywood, de la cual se pueden rescatar innumerables casos, pero que en la historia de Argo, se retrata con lujo de detalles, siendo la meca del cine, el mejor aliado que en ese entonces se pudo encontrar, para llevar a cabo una operación que a todas luces, tenía tintes suicidas.
John Chambers (Goodman) y Lester Siegel (Arkin), maquillista y productor respectivamente, figuran como socios de la CIA en esta disparatada empresa, aportando todo lo que Hollywood le puede aportar al mundo, una gran mentira, que para poder guardar todos los matices de credibilidad, fue necesaria la participación de los medios para difundirla y depositarla en la mente del mundo como una gran producción cinematográfica.
Una vez reunidos todos los elementos de esta gran farsa, Tony Mendez emprende viaje directo a la boca del lobo, para poder llevar a cabo un plan que tiene todas las apuesta en contra y que a medida que se va desarrollando, nos presenta un gran fracaso por suceder, el cual sólo la voluntad de sus creadores, puede ser encaminada para ser todo un éxito, cuyo único resultado es la liberación de seis funcionarios, víctimas de un conflicto transnacional, que los ha convertido en soldados de una causa, que hasta el momento, no halla razón alguna de ser.
Argo es un cúmulo enorme de drama y suspenso, donde la realidad misma, superó la ficción con creces, dando al espectador una visión ecléctica en un principio, pero totalmente parcializada al final, de un evento que hasta nuestros días, sólo ha dejado víctimas inocentes, poniendo a los verdaderos culpables en posiciones donde puedan saciarse del poder que obnubila su precaria inteligencia.
Es necesario hacer nuevamente una mención del director de esta película, que entre los vaticinios de los premios Oscar, ya empieza a sonar repetidamente, gracias a su exquisita trama, así como a la impecable dirección de Ben Affleck, quien no duda por un segundo, de ser exigente hasta con el más mínimo detalle de la puesta en escena, ya que como se puede observar en esta cinta, la ambientación de la época es excepcional, sin dejar elemento alguno al azar, respetando sobre todo al espectador que busca reflejar la historia con la mejor calidad posible.
Finalmente, recomiendo Argo por ser un documento histórico, una buena película y una buena excusa para esperar con ansia las nuevas producciones que nos traiga Ben Affleck, quien en lo personal, ha borrado ese estigma de playboy y bruto, empezando a ponerse en los pantalones de un tipo serio que se dio cuenta del valor que hay delante y detrás de una cámara. 
Argo Fuck yourself.
Calificación: 8.5/10

Las ventajas de ser invisible

Las ventajas de ser invisible (the perks of being a wallflower) 2012.  Director: Stephen Chbosky.  Reparto: Logan Lerman (Charlie); Ezra Miller (Patrick) y Emma Watson (Sam).
Una tarde como cualquier otra, nos dispusimos (mi esposa y yo) a nuestro ménage à trois semanal (por aquello de compartir intimidad con mis dos amores), para dejar en manos del destino nuestro afortunado o desafortunado final del día.
Mi elección estaba clara desde hace unos días: “Las ventajas de ser invisible”.  Precedida de buenas críticas y con el visto bueno de mi biblia digital a la hora de saber más de lo que voy a ver (www.imdb.com), nos dispusimos a iniciar la sesión, no sin antes echar un vistazo a lo que se nos viene en estos días de festividades, o para algunos, lo que los espera en las salas de cine el 25 de diciembre o el primero de enero para desenguayabar.
Al estar catalogada como cine independiente, hubiera podido caer en el error de adular esta obra sin siquiera haberla contemplado, simplemente por llevar ese rótulo, aunque la experiencia me ha demostrado que todo aquello que suene a cine independiente, no siempre es sinónimo de buen cine.  Sin embargo, en este caso, no estuve frente a la excepción sino frente a la regla.  “Las ventajas de ser invisible”, no sólo es una muestra de buen cine independiente, sino que demuestra nuevamente que el mejor capital que puede tener cualquier película es una buena historia, además de una gran puesta en escena.
Charlie (Lerman), un adolescente en plena evolución, enfrentando el que podría ser el cambio más traumático para cualquier muchacho de su edad, pasar de secundaria a preparatoria (sistema escolar gringo), agregando además un elemento que puede hacer aún más tétrico este cambio: la muerte de su mejor amigo, teniendo que atravesar sólo esta difícil etapa, y la no tan reciente desaparición de su tía Helen (Melanie Lynskey), a quien Charlie cataloga como su persona favorita.
Perdón, olvidaba adicionar otro elemento que pone la cereza en la punta del postre.  Charlie sufre de graves problemas mentales debido a las terribles experiencias que ha sopesado en su corta existencia y que en ocasiones le originan imágenes de su vida, que le causan un gran dolor, el cual se refleja como una profunda tristeza en su rostro, que de por sí, acongoja al espectador y lo hace partícipe de su tragedia.
Bien es sabido que ser un novato no es de las experiencias más agradables en la vida de cualquier ser humano, es claro que a merced de los más experimentados, el novato es carne fresca para cualquiera de sus antojos, pasando desde la simple broma, a elementos más intimidantes que terminan por derrotar o fortalecer a quien esté en sus zapatos.  En el caso de Charlie, la sensación de derrota ante esta situación, se percibe inminente.
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Mr. Anderson (Paul Rudd), surge como la primera tabla de salvación para Charlie.  Profesor de inglés avanzado, se convierte en la base sobre la cual empieza a germinar una incipiente pero prometedora carrera de escritor de nuestro protagonista, quien a pesar de su timidez, logra captar la atención de su maestro, eso sí, dejando en claro que, en palabras de Charlie: “Si mi profesor de inglés es el único amigo que hago hoy, va a ser algo deprimente”.
Entre clases y descansos, diferentes personajes van haciendo su aparición, entre ellos Patrick (Miller), un estudiante de último año, quien en medio de sus habilidades histriónicas, llama la atención de todos sus compañeros, especialmente de su profesor de carpintería, o artes manuales, como quieran llamarlo, quien posa de némesis en este cuadro, siendo en principio abusador, o simplemente parte integrante del sistema.
En una escena que daría inicio a una entrañable relación, un partido de fútbol americano sirve de antesala para la aparición de Sam (Watson), al igual que Patrick, estudiante de último año, disfuncional, parte de todo, parte de nada.  Musa e inspiración del héroe de esta trama que en medio del partido, estrecha lazos de amistad, tan frágiles que ante cualquier ventisca podrían ceder.
Entre ires y venires, personajes excéntricos y monótonos empiezan a dar rumbo a una historia, cuyo atractivo más importante, es que pudo ser la historia de todos nosotros, todos aquellos que de una u otra forma fuimos inadaptados, nos enamoramos locamente, platónicamente y buscamos desesperadamente un lugar en el mundo, que por costumbrismos o prejuicios, desesperadamente nos ha sido negado.
Si bien Charlie lucha incansablemente por buscar su lugar en el mundo, al parecer un lugar en el mundo necesitaba de él.  Es de este modo que en medio de una fiesta con sus nuevos amigos, y en medio de una mezcla alocada de hormonas y brownies adobados con cannabis, surge otro de los tantos momentos esenciales de esta película, que con cada escena, toca fibras infranqueables en mi ser.  En el calor de la adolescencia excitada y el transe causado por una inocente traba, un brindis se alza en nombre de nuestro protagonista, quien acongojado por tal muestra de amistad, sólo puede expresar: “Nunca pensé que alguien me podía notar…”
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 En el momento que los personajes empiezan a asumir sus roles en la vida, no sólo los roles teatrales en medio de una obra de culto, sino los que asumen para vivir sus vidas, las dificultades se empiezan a presentar, y como siempre, la eterna pregunta surge: ¿Por qué las personas buenas siempre escogen/se enamoran de las personas malas? Dando una respuesta simple y sencilla: “Aceptamos el amor que creemos merecer”.
Al acabar mi adolescencia, el sentimentalismo y la sensibilidad se fueron agotando a medida que la realidad se apoderaba de cada uno de mis días, pero puedo afirmar bajo la gravedad de juramento que al ver en esta película tantas similitudes con mi vida, las lágrimas brotaban tímidamente por mi rostro a la vista incrédula de mi esposa, quien seguramente, en ese momento, denotó esa pizca de humanidad que aún guardo dentro de mi ser.
En síntesis, “Las ventajas de ser invisible”, podría haber recaído en ese sub género de cine adolescente que bien puede marcar generaciones y convertirse en culto, o ridiculizar con elementos escatológicos, misóginos y sexistas, elevando al estatus de deidades a sujetos cuya intelectualidad o razón, se perciben siempre nulas, pero las victorias y reconocimientos, hacen parte de la orden del día.
Sé que tantos como yo, se sentirán reflejados en las pantallas de los cinemas o en los televisores de sus casas, por una historia que parece sencilla, pero que en su desarrollo, aborda una gran complejidad, a tal punto que al encenderse las luces, es necesario tomarse un par de minutos antes de abandonar la sala, los pensamientos fluyen en una fuente inagotable y nos damos cuenta que la individualidad (palabra sin sentido en estos días), la marginalidad y la originalidad, las mismas que nos hicieron víctimas en nuestra adolescencia y que decidimos anular en nuestra adultez para sobrevivir, son herramientas necesarias para darle rienda a una vida que más que nunca está famélica de significado.
Para despedirme, una última frase de Charlie: “Somos infinitos”.   
Calificación: 9/10

SOBRE EL AUTOR



Soy abogado de profesión y cinéfilo de corazón.  Mi campo es el mismo que hiciese de San Mateo un pecaminoso convertido y futuro apóstol, para lo cual expío mis culpas al pensar en impuestos, llenando cada uno de mis sentidos con este séptimo arte que desde tan temprana edad me atrapó.

Siempre con el cine como referente, combino este arte cómodo y seguro de criticar con el arte algo más arriesgado de escribir novelas y algunas vagas incursiones en la poesía, que hasta hace unos cuantos años, usaba como último recurso no siendo suficientes otras armas de seducción en los procesos de conquista.

Padre de una tormenta encarnada en la anatomía de un ángel, quien de a pocos se contamina de forma agradable con esta adicción por las salas oscuras y los proyectores de sueños, siendo desde su nacimiento motivo y razón suficiente para seguir convencido de que por mis venas aún brotan gotas de arte que fluían con intensidad en épocas inocentes.

Esposo de una cinéfila en formación, cómplice constante de pequeños desvaríos que me alejan de una realidad que gracias a la modernidad y el acceso a nuevas herramientas, me brindó este espacio para compartir con ustedes lo que más amo en el mundo: el cine.

Sean todos bienvenidos a este microuniverso, del cual pueden ser residentes contactándome a través de twitter en @albaretor o a mi e-mail: alivremelu@gmail.com

De nuevo, bienvenidos a Sala 7.  Una función para toda la vida.