martes, 10 de enero de 2017

LA LA LAND

La la land.  2016.  Director: Damien Chazelle.  Reparto: Emma Stone (Mia) y Ryan Gosling (Sebastian).

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A falta de ideas novedosas y de las cada vez más tediosas tendencias de reencauchar éxitos de otrora, e incluso aquellas cintas que tuvieron un fulgor intermitente recientemente, el director Damien Chazelle, nuevo consentido del celuloide, se la jugó por llevar a las salas de cine, uno de aquellos trabajos que van a la fija, en cuanto al gusto de quienes otorgan premios, se refiere, y también, apuntando a la retina de los nostálgicos de los años dorados de Hollywood, donde la música, las coreografías y los sueños interpretados majestuosamente en la voz y baile de quienes hicieron de este arte algo más allá de lo terrenal, logrando llevarse estruendosas aclamaciones por unos, pero un cierto recelo por otros, eso sí, marcando un punto alto en su carrera y en la de aquellos que aún creen que correr riesgos es marcar el camino al fracaso.

Quizás no estamos ante la presencia de un dueto histórico, como el formado por Fred Astaire y Ginger Rogers (Ver Swing Time, 1936), o musicales del calado de “Cantando bajo la lluvia”, pero es de agradecer el esfuerzo realizado por Gosling y Stone, al querer traer a un nuevo público, a la maravilla de lo que fue la época dorada de Hollywood de mediados del Siglo XX, tan llevada al olvido, en parte por la mediocridad de los creadores de nuevas cintas o también por el facilismo de los espectadores, quienes prefieren historias que no requieran mayor esfuerzo argumental o visual, para ser parte de sus gustos, engrosando con cifras astronómicas los bolsillos de los productores, sacrificando calidad por cifras.

La la land es una historia de amor y desamor, muy sencilla a decir verdad, pero que en el trasfondo de la música y la espectacularidad de las escenografías y las coreografías, recrea con emoción la relación entre Mia (Stone) y Sebastian (Gosling), quienes al encontrarse en un lugar común, se dan cuenta que tras de sí, arrastran historias, sueños y tristezas, tan similares unas con las otras, que los abarcan en un mismo camino, el cual recorrerán a pesar de todo, teniendo como norte sus sueños, sin importar las consecuencias que conlleve hacerlos realidad.


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Ella, una aspirante a actriz, residente en Los Ángeles, teniendo como oficio el de barista de un café ubicado en uno de los estudios más importantes de la Meca del cine, lo cual la mantendría enfocada en su sueño, convive diariamente con la desazón por el constante rechazo audición tras audición, sobreviviendo en una ciudad que poco a poco acaba, no solo con su ímpetu, sino con su sueño, que tarde o temprano, la llevará a trazarse metas más mundanas, pero que gracias a los avatares de la vida, justo al tocar fondo, y gracias al impulso de quien surge como su co-protagonista, se reencontrará con su lado más auténtico, para comprender, que el valor más importante para conseguir su meta, se encuentra en ella misma.

Él, un virtuoso pianista, enceguecido por el jazz clásico, el cual no solo lleva en su mente, sino en su atuendo y en su diario vivir, lucha de bar en bar, interpretando piezas musicales propias de sala de espera y desentendidas del gusto de los clientes, por consolidar su idea de crear un lugar donde su sueño repose y sea compartido por los fanáticos de esta música, quienes han cedido ante el impacto de nuevas tecnologías y la incursión de nuevos ritmos, que con el tiempo restan adeptos a un género, que a su parecer, es la base de todo lo que en nuestros tiempos, es considerado medianamente apto para los oídos.


Mia y Sebastian, por azares de la vida, y teniendo como telón un majestuoso número musical, llevado a cabo en las atestadas autopistas de esta ciudad californiana, confrontan sus miradas sin saber que sus destinos se hallarían más unidos que nunca, por el intenso deseo de cumplir sus sueños de estrellato, acompañados de la nostalgia propia de un Hollywood que aparece casi como otro protagonista, el cual convertirá sus esfuerzos en vanos intentos, e incluso, siendo disruptivo en su relación, al mostrar una cara más útil y facilista, al momento de hacer de las fantasías, algo más tangibles.

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Pese a que su originalidad la ha puesto en el Olimpo, durante la temporada de festivales y en esta temporada de premios, no deja de generar más dudas que certezas, pues si bien, la musicalidad y puesta en escena son propias de admiración, la historia se siente bastante floja, repetitiva, ya vista en todo tipo de producciones, hecho que en el medio del argumento, la pone en un abismo argumental, en una de esas caídas propias de montaña rusa, donde a pesar de la adrenalina desatada durante su inicio, se sabe que su final será confortable y alejado de sobresaltos, situación que al final, a pesar de su vuelco narrativo, no deja de resultar previsible.

Pese a lo anterior, La la land puede sufrir un proceso de disección de cada uno de los elementos que la compone, dándole cierta riqueza que es compartida por quien escribe, especialmente en dos flancos.  La música resulta agradable, motivante, novedosa y refrescante para los oídos y para los ojos, situación ausente de la gran pantalla, pues si bien el género musical, ha recibido algunas muestras, muy pocas bien recibidas, la música no deja de ser un incidente, un momento propio de la escena en que se desarrolla, líneas de dialogo entre actores, entonadas sinfónicamente, pero no muy bien explotadas, como en este caso, donde con coreografías bien estructuradas, proporcionadas y lo mejor, actuales, resultan inspiradoras y más para alguien que como yo, tiene a los musicales en lo alto de sus gustos cinematográficos.


El segundo elemento que merece un apunte individual, es la interpretación de sus protagonistas, quienes de apoco se consolidan como una de las parejas a tener en cuenta en la gran pantalla. Su química ayuda a que la sinergia mostrada en las escenas musicales, sea apreciada como un válido intento por devolverle el sentido de grandeza que Hollywood ha ido perdiendo con el tiempo, requiriendo de ellos un fuerte contenido histriónico, pasando por el elemento interpretativo, continuando con su capacidad de canto y finalizando con su capacidad coreográfica, que hacía de sus bailes un gran bálsamo para los nostálgicos, dando ciertas luces de esperanza para retornar a la magia que tanto le hacía falta a este arte.

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Un factor para valorar en esta nueva entrega de Damien Chazelle, y que resulta esencial en el caso de atraer nuevos espectadores a este género, es proponer una historia clásica en un ambiente moderno, lo cual se observa desde el trabajo que realiza Mia en el café, hasta en los vehículos y escenarios en los que se desarrollan las escenas, situación que la hace una historia cercana, de la cual, cualquiera con sueños similares, puede sentirse identificado, y por qué no, llevado al punto de realizar su propia coreografía de su cotidianidad.

En los Globos de Oro, recientemente entregados, marcó un record al llevarse siete estatuillas, el total de las que se encontraba nominada, y recibiendo once nominaciones en los premios BAFTA, se perfila como la gran ganadora de la temporada, aunque dejando un leve sin sabor, por cuanto la historia llevada a los proyectores, no deja nada por rescatar, salvo la espectacularidad de la puesta en escena, factor que a futuro puede resultar en una mezcla explosiva, al anteponer el género musical con argumentos ganadores y que no solo se queden en las retinas de los espectadores, sino en su mente y su corazón.

“Podrías escribir tus propias reglas.  Tú sabes, escribe algo que sea tan interesante como tú.”

Calificación: 8/10

P.D. Como sugerencia para aquellos que se aventuren a ver La la land, les recomiendo ver un par de musicales de la época dorada, como los ya nombrados Swing time y cantando bajo la lluvia, e incluso, dense la oportunidad de ver El mago de Oz, catalgada por muchos como la mejor película de todos los tiempos.