La la land. 2016. Director:
Damien Chazelle. Reparto: Emma Stone
(Mia) y Ryan Gosling (Sebastian).
A falta de ideas novedosas y de las cada vez más tediosas
tendencias de reencauchar éxitos de otrora, e incluso aquellas cintas que
tuvieron un fulgor intermitente recientemente, el director Damien Chazelle,
nuevo consentido del celuloide, se la jugó por llevar a las salas de cine, uno
de aquellos trabajos que van a la fija, en cuanto al gusto de quienes otorgan premios,
se refiere, y también, apuntando a la retina de los nostálgicos de los años
dorados de Hollywood, donde la música, las coreografías y los sueños
interpretados majestuosamente en la voz y baile de quienes hicieron de este
arte algo más allá de lo terrenal, logrando llevarse estruendosas aclamaciones
por unos, pero un cierto recelo por otros, eso sí, marcando un punto alto en su
carrera y en la de aquellos que aún creen que correr riesgos es marcar el
camino al fracaso.
Quizás no estamos ante la presencia de un dueto histórico,
como el formado por Fred Astaire y Ginger Rogers (Ver Swing Time, 1936), o
musicales del calado de “Cantando bajo la lluvia”, pero es de agradecer el
esfuerzo realizado por Gosling y Stone, al querer traer a un nuevo público, a
la maravilla de lo que fue la época dorada de Hollywood de mediados del Siglo
XX, tan llevada al olvido, en parte por la mediocridad de los creadores de
nuevas cintas o también por el facilismo de los espectadores, quienes prefieren
historias que no requieran mayor esfuerzo argumental o visual, para ser parte
de sus gustos, engrosando con cifras astronómicas los bolsillos de los
productores, sacrificando calidad por cifras.
La la land es una historia de amor y desamor, muy sencilla a
decir verdad, pero que en el trasfondo de la música y la espectacularidad de
las escenografías y las coreografías, recrea con emoción la relación entre Mia
(Stone) y Sebastian (Gosling), quienes al encontrarse en un lugar común, se dan
cuenta que tras de sí, arrastran historias, sueños y tristezas, tan similares
unas con las otras, que los abarcan en un mismo camino, el cual recorrerán a
pesar de todo, teniendo como norte sus sueños, sin importar las consecuencias
que conlleve hacerlos realidad.
Ella, una aspirante a actriz, residente en Los Ángeles,
teniendo como oficio el de barista de un café ubicado en uno de los estudios
más importantes de la Meca del cine, lo cual la mantendría enfocada en su
sueño, convive diariamente con la desazón por el constante rechazo audición
tras audición, sobreviviendo en una ciudad que poco a poco acaba, no solo con
su ímpetu, sino con su sueño, que tarde o temprano, la llevará a trazarse metas
más mundanas, pero que gracias a los avatares de la vida, justo al tocar fondo,
y gracias al impulso de quien surge como su co-protagonista, se reencontrará
con su lado más auténtico, para comprender, que el valor más importante para
conseguir su meta, se encuentra en ella misma.
Él, un virtuoso pianista, enceguecido por el jazz clásico,
el cual no solo lleva en su mente, sino en su atuendo y en su diario vivir,
lucha de bar en bar, interpretando piezas musicales propias de sala de espera y
desentendidas del gusto de los clientes, por consolidar su idea de crear un
lugar donde su sueño repose y sea compartido por los fanáticos de esta música,
quienes han cedido ante el impacto de nuevas tecnologías y la incursión de
nuevos ritmos, que con el tiempo restan adeptos a un género, que a su parecer,
es la base de todo lo que en nuestros tiempos, es considerado medianamente apto
para los oídos.
Mia y Sebastian, por azares de la vida, y teniendo como
telón un majestuoso número musical, llevado a cabo en las atestadas autopistas
de esta ciudad californiana, confrontan sus miradas sin saber que sus destinos
se hallarían más unidos que nunca, por el intenso deseo de cumplir sus sueños
de estrellato, acompañados de la nostalgia propia de un Hollywood que aparece
casi como otro protagonista, el cual convertirá sus esfuerzos en vanos intentos,
e incluso, siendo disruptivo en su relación, al mostrar una cara más útil y
facilista, al momento de hacer de las fantasías, algo más tangibles.
Pese a que su originalidad la ha puesto en el Olimpo,
durante la temporada de festivales y en esta temporada de premios, no deja de
generar más dudas que certezas, pues si bien, la musicalidad y puesta en escena
son propias de admiración, la historia se siente bastante floja, repetitiva, ya
vista en todo tipo de producciones, hecho que en el medio del argumento, la
pone en un abismo argumental, en una de esas caídas propias de montaña rusa,
donde a pesar de la adrenalina desatada durante su inicio, se sabe que su final
será confortable y alejado de sobresaltos, situación que al final, a pesar de
su vuelco narrativo, no deja de resultar previsible.
Pese a lo anterior, La la land puede sufrir un proceso de
disección de cada uno de los elementos que la compone, dándole cierta riqueza
que es compartida por quien escribe, especialmente en dos flancos. La música resulta agradable, motivante,
novedosa y refrescante para los oídos y para los ojos, situación ausente de la
gran pantalla, pues si bien el género musical, ha recibido algunas muestras,
muy pocas bien recibidas, la música no deja de ser un incidente, un momento
propio de la escena en que se desarrolla, líneas de dialogo entre actores,
entonadas sinfónicamente, pero no muy bien explotadas, como en este caso, donde
con coreografías bien estructuradas, proporcionadas y lo mejor, actuales,
resultan inspiradoras y más para alguien que como yo, tiene a los musicales en
lo alto de sus gustos cinematográficos.
El segundo elemento que merece un apunte individual, es la
interpretación de sus protagonistas, quienes de apoco se consolidan como una de
las parejas a tener en cuenta en la gran pantalla. Su química ayuda a que la
sinergia mostrada en las escenas musicales, sea apreciada como un válido intento
por devolverle el sentido de grandeza que Hollywood ha ido perdiendo con el
tiempo, requiriendo de ellos un fuerte contenido histriónico, pasando por el
elemento interpretativo, continuando con su capacidad de canto y finalizando
con su capacidad coreográfica, que hacía de sus bailes un gran bálsamo para los
nostálgicos, dando ciertas luces de esperanza para retornar a la magia que
tanto le hacía falta a este arte.
Un factor para valorar en esta nueva entrega de Damien Chazelle, y
que resulta esencial en el caso de atraer nuevos espectadores a este género, es
proponer una historia clásica en un ambiente moderno, lo cual se observa desde
el trabajo que realiza Mia en el café, hasta en los vehículos y escenarios en
los que se desarrollan las escenas, situación que la hace una historia cercana,
de la cual, cualquiera con sueños similares, puede sentirse identificado, y por
qué no, llevado al punto de realizar su propia coreografía de su cotidianidad.
En los Globos de Oro, recientemente entregados, marcó un
record al llevarse siete estatuillas, el total de las que se encontraba
nominada, y recibiendo once nominaciones en los premios BAFTA, se perfila como
la gran ganadora de la temporada, aunque dejando un leve sin sabor, por cuanto
la historia llevada a los proyectores, no deja nada por rescatar, salvo la espectacularidad
de la puesta en escena, factor que a futuro puede resultar en una mezcla
explosiva, al anteponer el género musical con argumentos ganadores y que no solo
se queden en las retinas de los espectadores, sino en su mente y su corazón.
“Podrías escribir tus
propias reglas. Tú sabes, escribe algo
que sea tan interesante como tú.”
Calificación: 8/10
P.D. Como sugerencia para aquellos que se aventuren a ver La
la land, les recomiendo ver un par de musicales de la época dorada, como los ya
nombrados Swing time y cantando bajo la lluvia, e incluso, dense la oportunidad
de ver El mago de Oz, catalgada por muchos como la mejor película de todos los
tiempos.