Continuando con las aspirantes al premio Óscar por mejor película, decidí aprovechar la llegada de una de las películas que en diversos medios ha sido catalogada como una de las mejores del 2013, y que de por sí, guardaba grandes expectativas para verla, debido a que guarda uno de los elementos que más observo al momento de ir a cine: es una gran historia, añadiéndole el hecho que se basa en hechos tomados de una realidad, que por más que se observa, siempre le lleva la delantera hasta a las historias más fantasiosas que cualquier creador de este bello arte, pueda dimensionar.
El turno este fin de semana fue para “El club de los desahuciados”, otra perla de la traducción al castellano de aquellos títulos que al parecer, por cuestiones de marketing, no podrían ser atractivos para los espectadores hispanoparlantes (el título original es Dallas Buyers Club “el club de compradores de Dallas), pero, pese a este acostumbrado gazapo, la historia me había atraído desde meses atrás, y no dudé en correr a las salas de cine desde el momento que me enteré que ya se encontraba en las carteleras locales.
Sea esta la ocasión para hacer paréntesis a la reseña de la película que nos acoge en esta ocasión, pero no puedo pasar por alto un hecho que me dejó gratamente sorprendido antes del inicio de esta cinta, pues muchos recordarán que como antesala a la función principal, por disposición legal se debe emitir un cortometraje nacional, el cual en muchas ocasiones terminaba siendo propaganda barata de algunos personajes, o insoportables secuencias animadas con las que los espectadores éramos torturados. Esta vez ocurrió algo fuera de lo común, fuimos testigos de un corto titulado “los retratos”, que de inmediato captó mi atención por su autenticidad, calidad, historia y principalmente por su protagonista, una abuelita de una dulzura inexplicable, que bordeaba los 80 años y guardaba en su ser todo el peso de la mujer colombiana, sencilla, pero llena de miles de virtudes, en pocas palabras, un corto que recomiendo ver y que serviría de anestesia para la crudeza de la cinta que nos disponíamos a ver.
La historia inicia con un hombre sin el más mínimo recato, vaquero de rodeo, apostador, alcohólico, drogadicto y homófobo empedernido, quien lleva una vida sin rumbo alguno, siendo despreciable para la sociedad y sólo comprendido por sus similares, de quienes no se guarda esperanza alguna. Este hombre llamado Ron Woodroof (McConaughey), pasa sus días entre prostitutas, alcohol y cocaína, disfrutando a diestra y siniestra del sexo, olvidando por completo los cuidados mínimos que por su estilo de vida debería tener.
Un accidente de trabajo, desata lo que entonces, se convertiría en la peor tormenta que pudiera atravesar. Aturdido, se despierta en un hospital local, donde descarnadamente recibe la noticia de que es el portador de una de las peores enfermedades del último siglo. Ron estaba contagiado con el virus del VIH, lo cual había desencadenado el SIDA en su organismo, enfermedad que para la época en que se desarrolla la historia (y muchas veces también en nuestro tiempo), era identificada como una enfermedad exclusiva de la población homosexual, lo cual el protagonista rechaza tajantemente, no sin antes enterarse que por el desconocimiento de la enfermedad, sólo le quedan 30 días más de vida.
Los únicos estudios farmacéuticos adelantados para ese entonces y aprobados por la FDA (Food and Drug Administration), una organización gubernamental que autoriza la venta y distribución de medicamentos y alimentos en el territorio de los Estados Unidos, daban como resultado un componente que supuestamente, reducía el efecto de la enfermedad, pero que por sus compuestos, atacaba directamente todo el organismo del paciente, dejándolo sin defensas y prácticamente acelerando su muerte.
Ron, en su afán por recuperar lo poco que le quedaba de vida, accede de forma fraudulenta a este medicamento, el cual, después de unas semanas, estaba acabando por completo con su salud, pero en su persistencia, obtiene un dato que cambiaría toda su órbita, pues al otro lado de la frontera, se estaba probando con éxito un coctel de sustancias que combinando químicos con productos orgánicos, estaban presentando buenos resultados en el tratamiento del SIDA, motivo suficiente para explorar esas tierras y comprobar por sí mismo la efectividad de aquellos medicamentos.
Justo antes de volver a su país, brilla en él una idea que lo podría beneficiar mucho económica y físicamente, decide llevar consigo una gran carga de medicamentos y venderlos en su ciudad a todas aquellas personas que sufren de SIDA y que no hallaban cura a su mal. La idea le resulta muy productiva, no sin antes enfrentar a las autoridades aduaneras gringas, así como a sus prejuicios, los cuales al enfrentarlos por necesidad, lo acercan a quien se convertiría en su principal socio en el negocio. Llega entonces Rayon (Leto), un entrañable e inolvidable travesti, quien vive de cerca el sufrimiento de muchas personas infectadas con el virus y rechazadas, no sólo por su condición de enfermos, sino por su tendencia sexual, la cual resulta para una sociedad retrograda, más infecciosa que el mismo SIDA.
Con el crecer del negocio, crecen los problemas y empieza una guerra sin cuartel contra la FDA, quienes en una evidente toma de decisiones comerciales, prefiere autorizar un medicamento que resulta veneno para los portadores del virus, pero es muy lucrativo para la empresa farmacéutica que lo distribuye, motivo que hace de Ron el principal enemigo de un Estado que se observa contrario al bien de personas discriminadas y desahuciadas.
Como ven, la historia es sumamente atractiva, de hecho, en este momento siento que me quedan muchas más cosas por contar en la sinopsis, pero prefiero que ustedes mismo sean testigos de esta increíble película. Por ahora, es necesario afirmar la preferencia que han tenido los diferentes premios del séptimo arte por los dos personajes de esta película, porque finalmente, después de ser encasillado como un actor de comedias románticas o de películas que sólo lo usaban como galán, Matthew McConaughey decidió arriesgar en su carrera actoral, se deshizo de sus músculos y su bronceado y decidió encarnar con el alma un personaje que lo vuelve irreconocible y que atrae la atención no por su apariencia, sino por la interpretación magistral que hace de un personaje de la vida real, que en más de una ocasión, llega hasta el punto más neurálgico del espectador, haciéndolo pasar del desprecio a la más grande admiración, por su espíritu combativo y por querer entrar de una vez por todas en la meca de los grandes actores.
Un punto aparte merece la actuación de Jared Leto, sencillamente deslumbrante. Todo un camaleón que se transforma por completo y que enamora hasta al más conservador homófobo de los espectadores. Su rol se constituye como el eje principal de la trama que lleva la historia en sí, porque en él se refleja el dolor, la segregación y la más increíble lucha por salir de un infierno que él y la sociedad han labrado. Esto hace de Jared Leto un firme competidor, sino ganador anticipado de todos los elogios y estatuillas que le puedan conceder, no sólo porque le da un estatus especial a la condición que refleja en la pantalla, sino porque se torna inolvidable en las mentes de todos los que amamos el cine.
Un punto interesante de esta película, y que es el gran acierto que ha tenido Jean-Marc Vallée en su carrera, es el de desatar polémica a través del duelo moral que enfrentan sus historias, duelo que se desarrolla intensamente a lo largo de la cinta, que llega a incomodar al espectador en una forma intelectual, recorriendo los límites del bien y del mal, tratando de justificar lo injustificable, pero con razones totalmente valederas y de altísimo contenido ético, en el hecho de convertir en negocio la única probabilidad de vida que pueden tener los portadores del virus, pero sabiendo los esfuerzos que hace el protagonista, en primer lugar por salvar su vida y en segundo lugar por darles una opción a otros enfermos, por una módica suma de dinero.
Así, entre dilemas éticos, entre repulsión y amor, se desarrolla esta cinta nominada a 6 premios Oscar, de los cuales vaticino se llevará dos (Mejor actor y mejor actor de reparto), salvo que algo extraordinario ocurra. Una historia muy bien contada, que muestra la famosa lucha de David contra Goliat, pero que en esta ocasión, Goliat arrasa con un antihéroe, al cual muchos deseamos ver vencedor, pero que sólo se hace ganador en pequeñas batallas, situación que, si bien no afecta la calidad de la película, no termina de dejar incomodidad en quienes generalmente, buscan ver a un protagonista victorioso, aunque su mayor victoria fue contra los 30 días de vida que inicialmente le habían dado después del diagnóstico.
Welcome to the Dallas Buyers Club!
Calificación: 8/10
Nota: Si bien es una buena cinta, recomiendo para quienes quieran explorar algo más del director Jean-Marc Vallée, vean C.R.A.Z.Y, toda una obra maestra y para mí, una de las mejores películas que he visto en mi vida.