lunes, 21 de diciembre de 2015

STAR WARS: EL DESPERTAR DE LA FUERZA

Star Wars: El despertar de la Fuerza (Star Wars: The Force Awakens).  2015.  Director: J.J. Abrams.  Reparto: Daisy Ridley (Rey); John Boyega (Finn) y Adam Driver (Kylo Ren).



Finalmente llegó a la gran pantalla la tan esperada secuela de una saga que marcado varias generaciones desde su estreno por allá en 1977, y que con el paso del tiempo, se ha convertido en un referente de la cultura pop alrededor del mundo.  Star Wars es una firma en sí misma, de la grandiosidad del séptimo arte, cargada de cientos de menciones expresas y tácitas en una diversidad infinita de publicaciones, calando desde las caricaturas hasta en los discursos de altos dignatarios, son muy pocos los que han quedado aislados de la magia creada por George Lucas, quien a pesar de la adversidad en su época, pudo llevar adelante esta empresa, que en estos tiempos, va acompañada de varios ceros en su cuentas.

Los miles de fans, acumulados por varios años, y manteniendo la fe, a pesar del golpe emocional ocasionado con la pobre precuela, que muy seguramente pasará al olvido, dejando la saga a partir del cuarto episodio, fueron llenando sus ansias con los diferentes anuncios que fueron llegando, iniciando con aquél que hiciera la compañía del ratón, cuando adquirió la franquicia, decidiendo producir tres películas a cargo de un director que ha ido dejando huella en el cine de ficción, así como en la televisión, y que, valga decirlo, sirve como prenda de seguridad para respetar la esencia de la obra original, hasta los avances que fueron llenando las redes sociales, recurriendo a la estrategia de la nostalgia, para atraer a espectadores de todas las edades, desde los que vieron la saga original, hasta los que escucharon en relatos de sus padres las aventuras de Luke Skywalker, Han Solo y la Princesa Leia.


Dando resultados acertados con los vaticinios que se hacían sobre su impacto en el recaudo en las salas alrededor del mundo, Star Wars: El despertar de La Fuerza, ha venido catapultándose como una empresa multimillonaria, soportada no sólo por las abultadas cifras de la venta de entradas en los cines de todo el mundo, sino por una estrategia de mercadeo bastante agresiva, donde cada espacio del mundo, se encontraba abordado por imágenes de las películas, referencias de sus personajes, o la misma expresión de "La Fuerza" y "El Lado Oscuro", que surgen como una acepción más snob de lo que normalmente se entendería como el bien y el mal, en cuanto a referencias morales y axiológicas.


Inicialmente, cabe decir que la Fuerza despertó, tiene con qué seguir ocupando ese trono tan seriamente amenazado por otras obras del género de ficción, pero que a la vista de consumidores masivos del séptimo arte, no termina de saciar su paladar, más allá de realizar observaciones técnicas en materia de cinematografía, literatura y el propio arte, pues todo indica que Star Wars, tal como otras amplias secuelas como James Bond, son obras hechas al alcance de los fanáticos, que ubican fácilmente un lugar en el gusto de las multitudes, que cada vez más son propensas a la masificación y a la ausencia de manifestaciones individuales, generadas por la moda y un marcado interés de los medios por obstruir la creatividad, ya claramente obsoleta en varias personas.




Para esta sinopsis, fue de gran ayuda hacer un breve recuerdo de la saga original (Episodio IV, V y VI), en especial del cuarto episodio, porque al contemplarlas una después de la otra, el inicio del nuevo episodio, es casi calcado del inicio del cuarto episodio, donde los rebeldes, en busca de derrocar al Imperio, tienen una información de vital importancia para este fin y que, a causa de un inminente encuentro con las fuerzas del orden fascista del Imperio, deben encomendar a un androide para que proteja esa información y la entregue a la persona indicada, solo que en la nueva entrega, ya no estamos en presencia del inolvidable R2D2 (Arturito para gran parte del público hispano parlante), sino que ahora, el encargado de la gran misión es BB8, el cual recuerda a uno de los balones de fútbol usados en los últimos campeonatos, y que ahora debe recorrer un desértico paisaje hasta cumplir su misión.

Un antihéroe, buscando reivindicar su lugar en el mundo, en un momento de arrepentimiento, busca desertar del ejército de los Storm Troopers, fieles al Imperio, con el fin de huir y encontrar su libertad, para lo cual, encuentra en el más reciente prisionero rebelde, su ruta de escape, encontrándose nada más y nada menos que con el mejor piloto de los rebeldes, quien lo ayuda con su plan, para finalmente, resultar, por azar del destino, en una misión ajena, pero que llevado por un posterior encanto, toma como suya, sumándose así a las filas enemigas de su causa principal, sin sospechar aún todo lo que esa decisión conllevaría.


Una joven mujer, solitaria, aislada del mundo, dedicada a recoger chatarra caída del espacio, sobreviviendo de intercambiar su mercancía por raciones de comida, se encuentra de repente con BB8, a quien por aquél espíritu benevolente que identifica a los héroes, decide salvar de las garras de otro mercader de chatarra, quien busca venderlo ante el único expendedor de raciones de comida, quien ya tiene conocimiento que ese androide, porta consigo información sumamente valiosa que podría afectar los intereses del Imperio, ya que la información que lleva BB8, es el mapa que da con el paradero de Luke Skywalker, el último guerrero Jedi, y el único que puede acabnar de una vez por todas con La Primera Orden, que lleva en este episodio el estandarte del mal.


Finalmente, un nuevo líder, cargado de una enorme ira (elemento esencial para pasar al lado oscuro de La Fuerza), portando un uniforme oscuro y una máscara que distorsiona su voz, haciéndola más autoritaria y misteriosa, discípulo del Supremo Líder Snoke, usa el poder de La Primera Orden, para encontrar esa información privilegiada que porta BB8, no sólo para preservar sus intereses, sino para liquidar un asunto personal, además de ostentar aquellas habilidades sobrenaturales, propias de aquellos que llevan La Fuerza dentro de sí, y cuyo surgimiento también es bastante sombrío.




Sin más que adelantar, se puede ver que el relato de esta nueva entrega, es como leer la sinopsis del cuarto episodio, el mismo que convirtió en leyenda a sus personajes e impuso a Star Wars como una marca imborrable en la historia del séptimo arte, y que por lo mismo, para los fanáticos, puede resultar bien recibida, saca del imaginario el mal sabor que dejaron las tres películas de la precuela, y vuelven a posicionar a esta historia en el mítico lugar donde siempre ha debido estar.  Pero, en materia cinematográfica, donde los recursos tecnológicos y los elementos fantásticos han empezado a relucir dentro de excelentes producciones, siento que "El Despertar de la Fuerza", queda debiendo en varios aspectos de aquellos que esperábamos con ansias ver la vida de Luke, Han, la princesa Leia, Chewbacca y demás, 30 años después (tiempo en el que transcurre el episodio VII).

No hay que demeritar el gran trabajo cinematográfico realizado por J.J. Abrams, quien retomó la buena fórmula de George Lucas de grabar su película en exteriores, haciendo uso de elementos propios del teatro, reduciendo el uso del material computarizado y del fondo verde, elementos que fueron letales en las tres películas de la precuela, donde se podía observa a diestra y siniestra, el abuso de los mismos, llegando al hastío del público, que vio el triste intento de hacer de una pésima historia, algo valioso a punta de efectos especiales.


Se retoma el factor familiar que ha sido el eje fundamental de Star Wars, donde los orígenes de los personajes juegan uno de los roles esenciales en el desarrollo de la historia, haciéndolos de por sí más misteriosos y cercanos a un público que los siente propios, al intentar mediante su propio raciocinio, encontrar respuesta a aquellas preguntas que los mantienen inquietos y que se consolidan como su propia búsqueda de identidad, siendo ésto más importante que la propia victoria ante la inminente amenaza del lado oscuro por hacerse al poder del Universo.


Apunta a una fórmula infalible, y es la de poner en escena a los míticos personajes iniciales, y es así como nuevamente nos topamos con la Princesa Leia, quien a estas alturas ha decidido tener un rol más enérgico en cuanto a la causa rebelde, convirtiéndose en general del ejército que enfrenta esta batalla contra La Primera Orden.  Vuelve un envejecido Han Solo, junto a su inseparable mascota "Chewie" y la legendaria nave "Millenium Falcon", que sirve de transporte accidental para Rey y Finn, los protagonistas del nuevo episodio.  En fin, espacios conocidos, el sitio de confort donde se sabe que nada puede salir mal, y tal cual, nada sale mal, lo único es que este arte goza mucho de aquellos directores que abandonan esa zona de confort y toman riesgos para llevar a los espectadores, productos que se alojen en esa caja fuerte que es su memoria cinematográfica.


Es justo esa falta de asumir riesgos, lo que genera ciertas dudas de hasta dónde pudo llegar un gran director, como lo es J.J. Abrams, si hubiera tenido la libertad creativa de la que tanto se habló cuando Disney adquirió los derechos de Star Wars, hecho que de por sí, ya es una limitante al momento de ser creativo, pues es claro, tal como se ha visto en la saga de películas de las historietas de Marvel, donde si bien impactan, no arriesgan mucho y solo se encargan de dar justo en ese blanco donde los consumidores masivos, pueden estar satisfechos, sin exigir mucho.




Así que, si usted es fanático de la saga, va quedar muy bien recompensado, porque esta versión es completamente fiel a la original, de hecho, es casi una copia de la original, pero si busca un giro imprevisto, dramático y de gran carácter en la historia, creo que se quedará esperando, porque la película de por sí no da lugar a sobresaltos, y quizás, es justo eso lo que buscaban los productores, teniendo en cuenta que esta es la primera de la nueva trilogía que se viene en camino, y existe el miedo latente de fracasar, miedo que se hizo realidad con los episodios I, II y III, que tal como se ha venido diciendo, son más material de olvido, que parte de la fascinación de quienes han hecho de Star Wars, hasta su propia religión.

"Chewie, estamos en casa"

Calificación: 7/10


Recuerden, cualquier comentario, sugerencia o simple anotación, la pueden hacer al correo sala7blogdecine@gmail.com





martes, 1 de diciembre de 2015

ORGULLO Y ESPERANZA (PRIDE)

Orgullo y Esperanza (Pride).  2014.  Director: Matthew Warchus.  Reparto: Bill Nighy (Cliff); Imelda Stauton (Hefina) y Ben Schnetzer (Mark).


Justo cuando en Colombia se desarrolla uno de los debates más espinosos de los últimos años, en busca de los derechos equitativos de las minorías sexuales, es necesario hacer un recorrido por la historia, viendo con detenimiento la lucha librada por pequeñas comunidades, que gracias a su ímpetu y perseverancia, han ganado batallas inimaginables, tan grandes como la que poco a poco, no es que vaya dejando claros vencedores, porque al reconocer a las comunidades LGBTI, su derecho a legalizar sus uniones, a adoptar, a casarse, en sí, a formar una familia, no es un simple reconocimiento, es una deuda histórica que las mayorías tienen con seres humanos vilipendiados, agredidos, disminuidos en su ser, y que solo hasta ahora, empiezan a ser reconocidos como miembros iguales a todos los demás que componen a la población.

Uno de aquellos documentos históricos en el reconocimiento de los derechos y libertades de las minorías, es el que nos trae Pride, conocida en el país como Orgullo y Esperanza, una película basada en hechos reales, que muestran un suceso ampliamente llevado al séptimo arte, que marcó la historia del Reino Unido, la huelga de los mineros, que durante un lapso prolongado, puso en jaque al gobierno de Margaret Thatcher, y mostró al mundo, una de las caras más tristes de una próspera nación, sumida entonces en la pobreza de un sector de los ciudadanos, quienes veían cómo sus justas exigencias y su justa lucha, eran disminuidas y vilipendiadas, curiosamente, tal como ha sucedido a lo largo del tiempo con las minorías compuestas por personas gais, lesbianas, transexuales y demás.

Pride recurre a una de las fórmulas más exitosas de la comedia británica de los últimos tiempos, que es la de mostrar historias humanas a través de problemáticas de universal reconocimiento, además de llegar a las salas de nuestro país en un momento tan acertado, y que no deja de lado la discusión que se centra en estar a favor o en contra de una decisión trascendental para darle sentido real a palabras que yacen en la Constitución, pero que por mucho tiempo, sonaban a lírica perdida en los oídos de unos pocos.



La historia empieza como muchas otras historias venidas desde la Gran Bretaña, centradas en los tempranos ochentas, enarboladas por la prolongada huelga de los mineros alrededor del país, donde las noticias bombardeaban las retinas de todos los ciudadanos, donde a pesar de una mayoría indiferente, surge un inusitado interés de una comunidad diametralmente opuesta a los manifestantes, contraria a los mineros toscos, rudos y agresivos, que pese a sus diferencias, quieren apoyar la huelga.  Estamos hablando de la comunidad gay de Londres.

Mark (Schnetzer), un joven homosexual, líder de un grupo de gais y lesbianas, con un sentido social y de inconformismo bastante grande, en medio de la marcha por el orgullo gay, decide que está cansado de lo mismo, y busca por todos los rincones, una forma de ampliar su lucha social y hacer de la comunidad gay, un actor importante y de reconocimiento en la sociedad, mediante el apoyo a alguna causa, que para su gusto, debe estar casi perdida y tener tintes de imposible, tal como lucía la lucha minera.

Pese a su altruista objetivo, su apoyo es rechazado en varias ocasiones al mencionar el nombre del grupo que representa “Lesbianas y gais en apoyo a los mineros” (lesbians and gays support the miners), pero su insistencia lo llevará a toparse con un afortunado incidente que le permitirá finalmente brindar directamente el apoyo que tanto quiere dar a un grupo de mineros que tras una larga huelga, ven escasear sus recursos y así sus esfuerzos por un logro justo.


El grupo de mineros que acepta la ayuda del grupo de homosexuales, está localizado en un pequeño pueblo de Gales, rodeado por montañas y atrapado en el tiempo, donde generación tras generación, han dependido de las minas para subsistir, amparando su conocimiento en sus creencias religiosas y en su ortodoxia, propia de regiones apartadas y casi olvidadas por la civilización, liderada por un cuerpo colegiado, donde participan las personas más influyentes del pueblo, entre ellas Hefina (Stauton), una mujer de armas tomar, encargada de darle la fuerza suficiente tanto a hombres como a mujeres, siendo el bastión para no dar el brazo a torcer en la lucha; y Cliff (Nighy), un hombre solitario, amante de la poesía y memoria viva del pequeño pueblo.


Una vez se da el tan esperado encuentro de tan opuestos grupos, empieza a girar el eje dramático de la historia, recogiendo tanto los prejuicios tan enquistados en una sociedad ultra conservadora, como la resistencia a un odio sistemático, que causa una amplia prevención entre los gais y las lesbianas, que ven en los pobladores un hueso muy difícil de roer, pero que poco a poco les dará unas grandes sorpresas, encontrando comportamientos que ni siquiera en la civilizada sociedad citadina, son capaces de encontrar.

Sus costumbres, sus apariencias y sus creencias, se van sumando en busca de un bien común, teniendo en cuenta que tienen un enemigo común y que solo mediante la unión de sus esfuerzos, pueden llegar a vencer, no sin antes vencer sus propios demonios, que dan a esta película un tinte particular, donde curiosamente, a pesar de su gran elenco, no cuenta con protagonistas de primera mano, dando ese pedestal a comunidades enteras, que gracias a un guion muy bien manejado, los hace estelares rutilantes, haciendo resaltar de las individualidades, defectos y cualidades que le dan aún más brillo a esta muy buena película.

Con momentos altamente emotivos y que dan lugar a formar identidades y reconocimientos con la historia, se va desarrollando un drama íntimo, que a lo largo se denota como un simil, donde las luchas terminan siendo iguales, donde la búsqueda de antagonistas se resume, no en lo que la proyección se muestra, sino a lo que en la propia vida se vive, dando como resultado una grata experiencia y un enorme motivación, que como en los casos de estas comedias británicas, conllevan esperanza en su epílogo.


Como lo he mencionado en lo que lleva de vida este blog, el mejor resultado que puede dejar una película en un espectador es hacerlo pensar, pero hay películas que van un escalón más allá y además de hacer pensar al espectador, lo hacen sentir, lo hacen miembro activo de la trama, convirtiéndose en un personaje más, con un guion propio y un reconocimiento propio, encontrando un lugar especial en la memoria de quien las ve, un lugar que es tan amplio que además de ocupar la mente, logra ocupar el corazón, y ese lugar es el que ocupa Pride.

Su enfoque en ser un historia real recreada por la ficción, no le quita ni los tintes anecdóticos ni los dramáticos, porque hay que dejar en claro que, hay situaciones que por mucho superan la ficción, y qué más que una historia, donde dos sectores antagonistas, terminan tan unidos que hacen de las luchas ajenas, la suya propia, además, teniendo en cuenta, una puesta en escena grandiosa, que le da la relevancia suficiente a cada uno de los roles que la componen, encontrando en sí misma la gran consigna que propenden las dos luchas: justicia e igualdad.

Me di la oportunidad de ver la proyección de esta película en la última función del teatro al que asistí, viendo, como ya suele ser costumbre, que el buen cine no goza de la recepción de los consumidores del séptimo arte, el cual, tal como se ha visto en diferentes indicadores económicos, se ha convertido en Colombia en un mercado bastante lucrativo, rompiendo en el 2015 con récords de asistencia y mostrando una curva creciente en cuanto a la asistencia de espectadores a las salas, dentro de los próximos años, pero que aún sigue relegando los buenos productos a un público especializado, que con calendario en mano, debe planear con tiempo la asistencia a los teatros, antes que las películas sean removidas de las salas.


“…Cuando estás en una batalla contra un enemigo mucho más grande que tú, y descubrir que tienes un amigo que nunca pensaste que existiera, bueno, ese es el mejor sentimiento que hay en el mundo.  Muchas gracias.”

 Calificación: 8.5/10

Nota: Gracias a sus visitas y gracias a su apoyo, Sala 7 quiere ampliarse.  Quiere estar cada vez más cerca de los espectadores que como yo, han encontrado un espacio propio para hablar y degustar lo que más amamos.  Así que, en las próximas ediciones, estaré dándoles muy buenas sorpresas, porque esta Sala está abierta y tiene espacio para todos.

Estaré atento a sus comentarios, solicitudes, recomendaciones y demás en sala7blogdecine@gmail.com

Mil gracias.

jueves, 15 de octubre de 2015

LANGOSTA

Langosta (The lobster).  2015.  Director: Yorgos Lanthimos.  Reparto: Colin Farrell (David); Rachel Weisz (Mujer con miopía) y Léa Seydoux (Líder de los solitarios).



Durante este año, Bogotá se ha convertido en la ciudad soñada para nosotros los cinéfilos, rodeada mes a mes por diversos festivales cinematográficos, que gracias a su emprendimiento e interés por implantar la cultura del buen cine en los espectadores capitalinos, han traído consigo varios de los buenos trabajos que ha dejado el séptimo arte durante estos dos últimos años, películas que debido a su elaborada construcción y en algunos casos, difícil comprensión, no son aptas para una alta rotación en salas comerciales o en las pocas salas independientes que se encuentran en la ciudad, y por lo tanto surgen como una valiosa alternativa para ver, siquiera por un par de días, aquellas propuestas llenas de fantasía y realidad, que las hace memorables ante los avezados espectadores que disfrutan de lo que es diferente.

Tuve la oportunidad de asistir a la proyección de una producción a la que hace algunos meses le venía haciendo un cercano seguimiento a través de redes especializadas, proyección que agradezco de sin igual manera al Bogotá International Film Festival (BIFF), que tuvo lugar el fin de semana pasado en algunas salas de la ciudad, convocando para mi grata sorpresa, un buen número de amantes del séptimo arte, lo que augura un buen destino para la realización de más eventos de estas características, y quién quita que en un futuro, logremos posicionar uno de estos festivales dentro de los más importantes del mundo del cine. Se trataba de la película "The Lobster".  Una cinta precedida por un interesante palmarés obtenido en el Festival de Cannes y cuyo recibimiento por parte de la crítica especializada, ratificaba su calidad y acrecentaba la expectativa que sobre ella tenía.


Con un reparto interesante, con pocas estrellas y buenos actores (según la premisa vista en Birdman), llama fuertemente la atención de la participación de Colin Farrell, aquél actor irlandés que hizo su entrada en Hollywood a través de producciones de dudosa calidad, haciéndose fama de chico malo, borracho y mujeriego, quien de vez en cuando daba ciertos destellos de dotes actorales (ver In Bruges 2008), pero que de a poco se fue apagando, apareciendo en cintas de bajo presupuesto y apostando a una mirada más intimista sobre su trabajo, y que para esta ocasión, tal como ocurre en la cinta, decidió transformarse casi por completo, para dar una interpretación que fácilmente podría ponerse entre las mejores de este 2015 y que más adelante será analizada con mayor detenimiento.




Entrando en materia, Langosta muestra un escenario futurista, muy apegado al presente pero con un conflicto social, casi entendido como post apocalíptico, que recurre a un nuevo orden para tratar de recomponer los graves daños sufridos por la sociedad, que se pueden interpretar de mil formas, dependiendo de la creatividad del espectador.

David (Farrell), nos introduce al mundo del hotel, al cual llega a causa de su reciente separación, la cual lo deja en posición de solitario y que, debido a las políticas imperantes de la sociedad en ese momento, durante los próximos 45 días de su estadía, debe encontrar una pareja con la cual pueda entablar una relación sincera, teniendo como premio la posibilidad de habitar la ciudad, o caso contrario, someterse a ser convertido en un animal de su preferencia, que para el caso del protagonista, ha escogido ser convertido en una langosta.


Junto a David, varios solitarios buscan con algo de temor, a causa de la constante presión de la gerente del hotel y sus asistentes, una pareja que les permita obtener una ansiada y extraña libertad, pero del mismo modo, permite reconocer los talantes sumamente interesantes de su individualidad, factor que los hace plenamente reconocibles, pero que en un momento dado, es su valor a sacrificar en aras del resultado soñado, o menos traumático.


Para reducir el margen de error, los reglamentos son estrictos y cautelosamente exigidos, seguidos de cerca por un conjunto de colaboradores, quienes en cumplimiento de su deber, terminan desligándose de toda humanidad y terminan asimilándose más a humanoides, encargados de controlar a todos los huéspedes, en todo aspecto.




Con el fin de extender su estadía y prolongar su sentenciada metamorfosis, los huéspedes deben salir de cacería a un bosque cercano que resulta ser la antitésis del hotel que los hospeda.  Se trata del bosque de los solitarios, quienes resultan ser unos cuantos rebeldes del régimen, quienes huyen del hotel y hayan refugio en un espeso y frío bosque, solamente acompañados por un poncho, herramientas útiles en el bosque y un set de reproductor de música y audífonos, donde pueden escuchar música electrónica, la cual es su banda sonora festiva por cuanto su baile es individual y limita la oportunidad de interactuar en conjunto, o peor aún, como pareja.

Por cada solitario cazado, se extiende un día más la estadía en el hotel, dejando a aquellas presas como inmediatos sentenciados a la transformación.  Sentencia que luce despiadada, pero que en últimas resulta la menos penosa de todas las demás que se muestran a lo largo de la cinta, las mismas que finalmente, en un intento fallido por entablar una relación, arrojan a David a huir con la complicidad de una mucama, directo al bosque, donde es recibido por la líder de este peculiar grupo, y es informado sobre las que ahora serán sus reglas, las cuales resultan hasta más opresivas que las del hotel, pero que en su afán por conservar su integridad, acata sin pensar.


Con lo que no contaba David era que, en medio del bosque, encontraría a quien sería su pareja perfecta, pues no solo el gusto y los sentimientos que crecían entre ellos, eran factores esenciales en su unión, sino que un defecto común (la miopía), los hacía plenamente compatibles, requisito inexpugnable al momento de entablar una relación, pero que en este caso, representaría un inminente peligro, que terminaría llevándolo a la clandestinidad en un mundo ya clandestino de por sí.


Analizando sus opciones y en busca de tomar la mejor decisión, David arriesga todo por su nuevo amor, llevándolo más allá de lo previsto en un mundo donde las opciones son muy reducidas, donde tanto ir hacia  adelante, como ir hacia atrás, representaba un peligro inminente, peligro representado por una sociedad, donde lo que está plenamente establecido, debe ser plenamente entendido y acatado, aún si la propia identidad, debe ser su mayor acto de rebeldía.


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Esta cinta, logra inspirar el mismo sentir de sus protagonistas, donde las opciones por escoger un bando, son supremamente reducidas, donde la susceptibilidad puede verse agredida en algunos casos, como en la de varios espectadores que abandonaron la sala antes del fin de la película, o en la sensibilidad de quienes observan con pena, los incesantes cambios de una sociedad que cada vez más exige de la colectividad, dejando de lado a los individuos capaces de crear alternativas a un mundo de blanco y negro.


Es bastante interesante, ser testigos de historias románticas, que salen por completo de los esquemas requeridos por las masas, donde el espectador es obligado a pensar, donde la historia incomoda y aturde, pero que sin lugar a dudas, da la oportunidad de tomar partido en la historia y nos llega a poner en los zapatos de los interpretes, que en esta ocasión, han tenido en Colin Farrell, un fuerte timonel que lleva la historia al rumbo exacto donde el director la quiere llevar.


Y es que lo hecho por el protagonista, merece un comentario adicional, por cuanto, en esta ocasión se busca la marca registrada para la obtención de alguna estatuilla en la temporada de premios, ya que de aquél galán, es muy poco lo que queda, sin necesidad de tornarse en un ser monstruoso o repugnable, sino convirtiéndose en un personaje tan común que pareciese, puede ser cualquiera de nosotros, siendo este un punto a favor del director, quien hace de los personajes de esta película, unos seres tan próximos, tan palpables, que da la sensación de querernos introducir en el hotel o en el bosque, haciéndonos decidir en qué animal nos queremos convertir.


The lobster, es una propuesta es una excelente propuesta que explora varios de los aspectos más descabellados de la humanidad, nos pone a pensar sobre el sofisma de una sociedad perfecta, y hace de la felicidad un factor tan obligado, que la mejor fórmula para escapara de ese modelo de comunidad es la de no ser feliz, si para serlo, merece sacrificar todo lo quisimos ser por lo que otros quieran que seamos.




"...Cuando movemos nuestra cabeza hacia la izquierda, significa: Te amo más que a nada en el mundo.  Cuando movemos la cabeza hacia la derecho, significa: peligro..."

Calificación: 8/10

jueves, 5 de marzo de 2015

PREMIOS ÓSCAR 2015: EL CINE INDEPENDIENTE IMPONE SU LUGAR EN HOLLYWOOD




Para nadie es un secreto que dadas las libertades creativas que se otorgan en el cine independiente, aún se conserva ese tan discutido mote de arte que ostenta el cine, debido a la fuerte influencia de los grandes presupuestos invertidos por la industria cinematográfica en producir películas que, más que una muestra de sincronía entre belleza y emocionalidad, terminan convirtiéndose en herramientas efectivas apara recaudar millones y millones de dólares en taquilla, que si bien son saludables para sus propias arcas, van en desmedro del buen gusto y de la atracción de quienes como sommelier, buscan adentrarse en cepas exquisitas que habiten perdurablemente en sus sentidos.

Pues bien, la entrega número 87 de la estatuilla más codiciada del circuito de premios que reconocen al séptimo arte, tuvo lugar el pasado 22 de febrero, con su acostumbrada fanfarria y pomposidad, la cual en ocasiones, en especial para algunos puristas, demerita el objetivo de los premios por darle más relevancia a la celebridad, apreciación que no es lejana de la realidad, pero que para este servidor, es una elemento que suma en interés y en proyección mediática a lo que año tras año esperamos con ansia, conocer cuál fue la mejor película del año.

El encargado de llevar las riendas de la conducción de esta velada fue el polifacético Neil Patrick Harris, antiguo Md. Doogie Houser, hoy Barney Stinson, reconocido en el medio artístico por sus fuertes dotes histriónicas y por haber conducido con un mediano éxito algunas entregas de los premios Tony, que reconocen lo mejor del teatro, pero que a tono de maldición, no colmó las expectativas de quienes inicialmente creíamos que podía tomar el bastión dejado por Billy Cristal, en años recientes, como conductor de la ceremonia de premiación, viéndose este año superado por una imposición casi generalizada de convertir alguna de sus gracias en viral dentro de las redes sociales, tal como lo hiciere Ellen DeGeneris con su famosa selfie, infructuosamente  intentándolo con la representación de una escena de la galardonada Birdman, al hacer una presentación en unos ajustados calzoncillos blancos.  Hasta ahí lo que quedó por contar del host de este año.

Ya en el plano importante, el de los premios, la batalla cabeza a cabeza que libraron Boyhood y Birdman durante la temporada de premios, de la cual llevaba una leve ventaja la primera, finalmente fue ganada por la segunda, dándole a un representante latinoamericano, el primer Óscar en la categoría de mejor película, consagrando a Alejandro González Iñárritu en lo más alto del firmamento cinematográfico, después de reiteradas incursiones de alta calidad, pero que en su momento fueron superadas por otras producciones.

González Iñárritu, hizo eco de la gran influencia que Hollywood está recibiendo de grandes mentes latinoamericanas, al repetir la hazaña lograda en 2014 por Alfonso Cuarón con Gravedad en la categoría de mejor director, imponiéndose ante un favorito como lo era Richard Linklater con Boyhood, quien espero no tenga que aguardar por otros 12 años para darnos una obra maestra que para mi gusto, era la favorita en la noche del 22 de febrero, pero que terminó llevándose un reconocimiento en la categoría de mejor actriz de reparto, recibido por Patricia Arquette, quien después de varios años en el celuloide, recibió el reconocimiento que tanto esperaba, encarnando a una mujer sencilla que como tantas en este mundo, lucha de una y mil formas para sacar adelante a su familia, más allá de pretendientes abusivos y serias dificultades económicas.


Si bien Eddie Redmayne, se hizo merecedor del premio como mejor actor por La Teoría del Todo, Michael Keaton marcará este año como el favorito de multitudes por su gran interpretación como Riggan, la celebridad venida a menos con ganas de volver al estrellato, la cual le dio tanta seguridad que lo dejó finalmente con el discurso escrito, guardado en uno de los bolsillos de su smoking.

Esta entrega de los Oscar se vio empañada por una leve controversia originada en el desconocimiento por parte de la Academia, de las mujeres y las comunidades Afro, dentro de sus nominados, específicamente en el caso de Selma y en la categoría de mejor actriz, donde a decir verdad, Julianne Moore gana siendo la menos peor, pero no realizando una de sus mejores interpretaciones, la cual se puede entender como acomodada al gusto de una Academia que considera la interpretación de personajes con enfermedades graves (esclerosis lateral amiotrófica y síndrome de Alzheimer, este año) como grandes muestras de calidades actorales, aún por encima de exigencias mentales al introducirse de lleno en personajes con una complejidad superior a una discapacidad.

El momento más emotivo de la noche lo brindaron el cantante John Legend y el rapero Common con su interpretación de la canción Glory, canción original de la película Selma, cuya presentación y puesta en escena, retrataron por unos cuantos minutos la esencia de esta película, que detalla uno de los momentos cumbre en la lucha del Dr. Martin Luther King por el reconocimiento de los derechos de los afroamericanos, y que gracias a acordes llenos de música Góspel y rap, un escenario lleno de simulados manifestantes entonando a viva voz el coro de “glory”, desembocaron en una tormenta de aplausos por parte de los asistentes, quienes de pie ovacionaron la que a la postre, sería considerada como la mejor canción original, superando una favorita como lo era lost stars de Begin Again, interpretada en la ceremonia por Maroon 5, en la voz de Adam Levine, quien hizo su debut actoral en esta misma película.

Otro de los galardones que ya estaban cantados desde tiempo atrás, fue el recibido por J.K. Simmons por su papel de Fletcher en la genial Whiplash, donde al encarnar a un profesor de música, lleva al límite la búsqueda de la perfección, rozando la tiranía y el maltrato físico y psicológico, con un alumno que finalmente, entendería que para cumplir su sueño, debía renunciar a todo aquello que considerara una distracción, incluyendo su propia novia.  Cabe recordar que Whiplash se convirtió en el fenómeno de esta gala al alzarse con 3 estatuillas, incluyendo, además del recibido por mejor actor de reparto, los de mejor edición y mejor mezcla de sonido, llevando una idea que en su concepción se denota sencilla, a una obra de alta complejidad donde la belleza de la música, nuevamente se muestra bajo el telón del cruel sacrificio que deben realizar estos artistas por llegar a donde quieren llegar.

Otra de las grandes triunfadoras de la noche, aunque en categorías menos sobresalientes, fue El Gran Hotel Budapest, la magnífica obra de Wes Anderson, quien ya con una firma reconocida en cada una de sus cintas llenó de esteticismo, color y magia una historia muy bien contada, que se llevó a casa 4 de las 9 estatuillas a las que estaba nominada, pero que figuran como antesala para imponer una forma especial y muy original de hacer cine, poniendo a su director a un pase del gran reconocimiento que como cinéfilos, esperamos que reciba en un lapso no muy largo.

En cuanto a las categorías de mejor guión original y mejor guión adaptado, González Iñárritu nuevamente se hizo presente al resultar ganador en la primera categoría, junto con una cuadrilla latinoamericana, dando por entendido que ese binomio conformado con Guillermo Arriaga en la trilogía que lo lanzara al reconocimiento de Hollywood, ya hace parte del pasado y le da un fuerte impulso a su propia creatividad, sumando los talentos necesarios para llevar a cabo sus pretenciosos proyectos.  En el segundo apartado, salió victorioso Graham Moore por la adaptación del libro “Alan Turing: The enigma” del escritor Andrew Hodges, que terminó convertida en The Imitation Game, entrega que tuvo emotividad en las palabras de agradecimiento dadas por Moore a la Academia, al manifestar que debido a su condición, estuvo al borde del suicidio, situación que le ayudó a entender al protagonista de esta historia, quien en la realidad, debió enfrentar al establishment por su homosexualismo, que aún en este momento llega a desconocer la brillantez y el aporte de ciertos individuos.

Ahora, arranca la nueva tarea, empaparnos de las varias películas que lleguen a nuestras manos durante este año, que como siempre, está marcado por grandes estrenos, pero que espero, no le quiten protagonismo en las salas a producciones de calidad, que lastimosamente y si no fuera por salas especializadas, que han ido en aumento durante los últimos años en Bogotá, pasarían completamente inadvertidas, privándonos de contemplar verdaderas obras de arte, dejando eso sí, aquellas películas multitaquilleras como una buena opción para una tarde de domingo.