Dangal. 2016. Director:
Nitesh Tiwari. Reparto: Aamir Khan (Mahavir
Singh Phogat); Fatima Sana Shaikh (Geeta Phogat) y Sanya Malhotra (Babita
Kumari).
Pese a la amplia difusión obtenida a partir del estruendoso triunfo
de Slumdog Millionaire (2008), aun cuando su director, el connotado Dany Boyle,
representaba los interese británicos en esta puesta en escena, el cine de la
India, siendo el mayor productor cinematográfico del mundo, mejor conocido como
Bollywood, permanece en un inquieto anonimato en muchos territorios
occidentales, privándonos de maravillosas obras, muy a su estilo, a las cuales
accedemos por las transmisiones realizadas por canales públicos, en horarios
familiares, o, en los últimos tiempos, por la difusión realizada en canales de
streaming, que permiten acceder a un amplio catálogo de títulos, que
lastimosamente, con el paso del tiempo, pierden calidad, dando paso a una
cantidad de producciones, que hacen que el tiempo de navegación, sea mayor al
de consumir películas o series.
Aprovechando una noche, donde finalmente podía ver contenido
diferente al infantil, monopolizado por el pequeño cinéfilo con el que convivo,
me arriesgué a buscar algo que llamara mi atención, tarea que durante varias
noches había resultado infructuosa, sin embargo, al ver el menú de “añadidas
recientemente”, vi una serie de producciones venidas de “Bollywood”, las cuales
por lo general han sido de mi agrado, gracias a la espectacularidad de su
puesta en escena, fotografía, música e histrionismo de sus protagonistas,
dentro de las cuales, vi un título con el que tenía cierta familiaridad, y no
específicamente por el título, el cual no reconocí de inmediato, sino por la
sinopsis del mismo, la cual me hizo recordar una reseña que había leído hace
unos meses, sobre una producción del país asiático, la cual estaba siendo
distribuida por Disney y que traía una historia de empoderamiento femenino, a
través de hazañas deportivas, que si bien resultan inspiradoras, no me habían
conectado del todo, gracias a la experiencia que tuve con “La reina de Katwe”
(2016), en la cual, la inspiración consiste más en generar lástima en el
espectador, para llevar a la compasión por la protagonista, fórmula que ya de por
sí me genera algo de repudio.
La sinopsis indicaba que era una historia donde un padre,
luchador olímpico retirado, buscaba hacer realidad su sueño de ganar
competiciones nacionales e internacionales, sueño que tendría que hacer
realidad a través de sus hijas. Al terminar
de leerla, supe que se trataba de aquella cinta, que venía precedida de un amplio
reconocimiento, además de romper récords de taquillas, no solo en su país de
origen, sino en China, la meca del recaudo financiero para cualquier
producción, batiendo cintas con basta difusión en occidente, pero esta vez,
trayendo un drama muy humano, como siempre, basado en hechos de la vida real,
en una épica deportiva, y de la mano de la mega estrella Aamir Khan,
desconocido aún para nuestra cultura, pero siendo una fulgurante estrella en
aquellos lugares donde el cine de Bollywood ha tenido repercusión.

Adicional a la pequeña sinopsis de Netflix, se puede decir
que “Dangal”, es la puesta en escena de los acontecimientos ocurridos en los
juegos olímpicos del Commonwealth, llevados a cabo en India en el año 2010,
donde una pequeña mujer llamada Geeta Phogat (Sana Shaikh), le daría a su país
la primera presea olímpica obtenida por una mujer en este país, donde
tradicionalmente, la mujer ocupa un lugar ínfimo en la escala social, más aún
en comunidades de escasos recursos, donde su labor no pasa de parir retoños,
ser casamenteras a edad muy temprana, atender a su marido y responder
sumisamente a los mandatos de los hombres, quienes por motivos culturales,
repudian el nacimiento de niñas, al no poder continuar un legado, que solo
puede ser depuesto en los hombros de los varones.
Para llegar a este magno acontecimiento, la película nos
lleva a los inicios de su entrenador, quien no es otro que su padre, Mahavir
(Khan), un luchador retirado a causa de las necesidades, pero quien en sus años
de juventud, mostraba grandes dotes para la práctica de un deporte propio de
pequeñas poblaciones, donde entre la pobreza se forjaban verdaderos gladiadores,
siendo una de las pocas fuentes de entretenimiento para la población, además de
ser una actividad restringida a los hombres, forjando así una historia de
decepciones y resignación, que solo vería una luz de esperanza en su legado, de
quien dependería la consecución de su gran sueño, el de ser un reconocido
campeón en su disciplina deportiva.
Pero el destino, en una serie de jugadas imprevistas,
dispuso que este sueño, se cumpliría con una serie de obstáculos, siendo el
principal el hecho que su descendencia, estaría compuesta por cuatro niñas,
futuras mujeres cuyo único destino sería casarse a los 14 años para devolver el
honor a su familia, solo por el hecho de haber nacido con este sexo, hecho que
en un principio, lo haría olvidar de este sueño, solo hasta el día en que, al
observar a dos niños completamente aporreados en su pórtico, descubriría que
sus dos hijas mayores, tenían grandes dotes de luchadoras, venciendo con
facilidad a dos varones, dando paso a la construcción de un objetivo, donde no habría
contemplación alguna, distinción de alguna clase, y un trato propio de
deportistas de alto nivel, sin importar los sacrificios que tendrían que
realizar, pasando desde una estricta dieta, hasta deshacerse de su preciado
cabellos, que representaría una molestia a la hora de practicar las rutinas
propias de la lucha.
El tiempo pasaba y las pequeñas niñas se transformaban en
formidables luchadoras, ganando cuanto campeonato encontraban, llegando a
obtener títulos nacionales, hecho que en primer lugar, llevó a Geeta a
enrolarse con el equipo femenino nacional de lucha olímpica, para enfrentar
competiciones internacionales, demostrando paso a paso, y junto a su hermana
Babita, que las mujeres en la India, podían labrar su propio destino, por
imposible que parezca, y que su rol estaba mucho más allá de los
convencionalismos y los estigmas que su propia cultura les imponía, siendo
ejemplo para millones que, tal como se vería, siguieron sus pasos, marcando un
hito en un país donde las noticias de feminicidios y abusos contra niñas y
mujeres, son de cifras espeluznantes, y lastimosamente, aceptados en su gran
mayoría.

Desde que nació mi hija, he estado en una constante
apreciación de diferentes muestras artísticas que propongan un modelo diferente
al patriarcal impuesto por siglos en la sociedad, sin caer en argumentos que
lleven el feminismo a radicalizarse, desconociendo el valor del hombre como par
en la construcción de comunidad, y sin tener referentes claros en el cine
animado, donde hasta hace poco se está buscando repensar el papel de las
princesas y su nula capacidad de resolver problemas por sí solas, tener ante mí
una cinta, que plantea una revolución cultural absoluta en un país donde la
miseria pareciese el principal marco para contar historias, compone un valor
absoluto al momento de educar a mi hija con el objetivo de hacerla plenamente
capaz de realizar sus sueños, sin imponer imposibles y por encima de cualquier
prejuicio, que aún en esta época, se encuentran muy marcados hasta en las
nuevas generaciones.
Ver al padre de Geeta y de Babita, haciendo de sus hijas
unas campeonas, aunque en ocasiones su meta conlleva esfuerzos que sobrepasan
la fragilidad de las pequeñas niñas, señala un proceso sin contemplaciones
especiales por el hecho de su género, simplemente se observa al ser humano, con
sus fortalezas y debilidades, llenándolas de confianza y enseñando a través del
ejemplo, dándoles la oportunidad de ser tratadas como personas, y no como
mercadería, tal como se observa en
varios apartes, llenos de emotividad y acompañados por los distintivos toques
de espectacularidad del cine de Bollywood, donde la música y la amplia gama de
colores, buscan contar historias más allá de la miseria, o de la pornomiseria,
factor que busca generar lástima, más no resuelve los asuntos vitales de lo que
se expresa, situación de la que fue acusada la ya nombrada Slumdog Millionaire,
donde la podredumbre surgía como escenario obvio para atacar la sensibilidad del
espectador.
Si bien, épicas como las que lleva a cabo Dangal, conllevan
una hipérbole de la realidad para buscar rasgos de espectacularidad en la
retina del espectador, no luce desfasado de la historia, y se convierte en una
adición al esfuerzo que las dos mujeres que inspiraron esta película, haciendo
de esta experiencia de casi 3 horas, algo inolvidable, perdiendo la noción del
tiempo, y haciendo de cada personaje, de cada momento y de cada sentimiento,
algo necesario para el argumento y no un relleno, como se ha vuelto regla en
las películas que buscan inspirar y que al final terminan siendo cuentos
trillados y de un valor nulo a la hora de examinar su valor en el séptimo arte.
Sobra decir que recomiendo Dangal, no solo para quienes como
yo, somos padres de una niña, puesto que resulta efectiva para cualquier
persona que vea imposibles a la hora de realizar sus sueños, efectiva para
quienes saben que cada objetivo conlleva una serie de sacrificios que al final
del día, se convertirán en recompensas, además de ser una bonita oportunidad de
volver a Bollywood, a sus colores, a su música, a olvidarnos por un momento de
la miseria humana como elemento redituable para hacer películas o contar
historias, sino a observar el valor de la humanidad en su máxima expresión,
conservando el amor y la esperanza, como elementos vitales a la hora de
acompañar la consecución de cualquier meta.

“… ¿Ves a esas niñas?
Si ganas mañana, no ganarás sola.
Millones de niñas como ellas ganarán contigo. Será una victoria para cada niña que es considerada
inferior a los niños; que se forzada a cumplir con las labores de la casa, que
es obligada a casarse solo para criar niños.
La lucha de mañana es la más importante.
Porque mañana, no estaremos luchando solo contra Australia, sino contra
toda ese gente que piensa que las niñas son inferiores.”
Calificación: 8.5/10
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