viernes, 3 de noviembre de 2017

DANGAL

Dangal.  2016.  Director: Nitesh Tiwari.  Reparto: Aamir Khan (Mahavir Singh Phogat); Fatima Sana Shaikh (Geeta Phogat) y Sanya Malhotra (Babita Kumari).

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Pese a la amplia difusión obtenida a partir del estruendoso triunfo de Slumdog Millionaire (2008), aun cuando su director, el connotado Dany Boyle, representaba los interese británicos en esta puesta en escena, el cine de la India, siendo el mayor productor cinematográfico del mundo, mejor conocido como Bollywood, permanece en un inquieto anonimato en muchos territorios occidentales, privándonos de maravillosas obras, muy a su estilo, a las cuales accedemos por las transmisiones realizadas por canales públicos, en horarios familiares, o, en los últimos tiempos, por la difusión realizada en canales de streaming, que permiten acceder a un amplio catálogo de títulos, que lastimosamente, con el paso del tiempo, pierden calidad, dando paso a una cantidad de producciones, que hacen que el tiempo de navegación, sea mayor al de consumir películas o series.

Aprovechando una noche, donde finalmente podía ver contenido diferente al infantil, monopolizado por el pequeño cinéfilo con el que convivo, me arriesgué a buscar algo que llamara mi atención, tarea que durante varias noches había resultado infructuosa, sin embargo, al ver el menú de “añadidas recientemente”, vi una serie de producciones venidas de “Bollywood”, las cuales por lo general han sido de mi agrado, gracias a la espectacularidad de su puesta en escena, fotografía, música e histrionismo de sus protagonistas, dentro de las cuales, vi un título con el que tenía cierta familiaridad, y no específicamente por el título, el cual no reconocí de inmediato, sino por la sinopsis del mismo, la cual me hizo recordar una reseña que había leído hace unos meses, sobre una producción del país asiático, la cual estaba siendo distribuida por Disney y que traía una historia de empoderamiento femenino, a través de hazañas deportivas, que si bien resultan inspiradoras, no me habían conectado del todo, gracias a la experiencia que tuve con “La reina de Katwe” (2016), en la cual, la inspiración consiste más en generar lástima en el espectador, para llevar a la compasión por la protagonista, fórmula que ya de por sí me genera algo de repudio.

La sinopsis indicaba que era una historia donde un padre, luchador olímpico retirado, buscaba hacer realidad su sueño de ganar competiciones nacionales e internacionales, sueño que tendría que hacer realidad a través de sus hijas.  Al terminar de leerla, supe que se trataba de aquella cinta, que venía precedida de un amplio reconocimiento, además de romper récords de taquillas, no solo en su país de origen, sino en China, la meca del recaudo financiero para cualquier producción, batiendo cintas con basta difusión en occidente, pero esta vez, trayendo un drama muy humano, como siempre, basado en hechos de la vida real, en una épica deportiva, y de la mano de la mega estrella Aamir Khan, desconocido aún para nuestra cultura, pero siendo una fulgurante estrella en aquellos lugares donde el cine de Bollywood ha tenido repercusión.

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Adicional a la pequeña sinopsis de Netflix, se puede decir que “Dangal”, es la puesta en escena de los acontecimientos ocurridos en los juegos olímpicos del Commonwealth, llevados a cabo en India en el año 2010, donde una pequeña mujer llamada Geeta Phogat (Sana Shaikh), le daría a su país la primera presea olímpica obtenida por una mujer en este país, donde tradicionalmente, la mujer ocupa un lugar ínfimo en la escala social, más aún en comunidades de escasos recursos, donde su labor no pasa de parir retoños, ser casamenteras a edad muy temprana, atender a su marido y responder sumisamente a los mandatos de los hombres, quienes por motivos culturales, repudian el nacimiento de niñas, al no poder continuar un legado, que solo puede ser depuesto en los hombros de los varones.

Para llegar a este magno acontecimiento, la película nos lleva a los inicios de su entrenador, quien no es otro que su padre, Mahavir (Khan), un luchador retirado a causa de las necesidades, pero quien en sus años de juventud, mostraba grandes dotes para la práctica de un deporte propio de pequeñas poblaciones, donde entre la pobreza se forjaban verdaderos gladiadores, siendo una de las pocas fuentes de entretenimiento para la población, además de ser una actividad restringida a los hombres, forjando así una historia de decepciones y resignación, que solo vería una luz de esperanza en su legado, de quien dependería la consecución de su gran sueño, el de ser un reconocido campeón en su disciplina deportiva.

Pero el destino, en una serie de jugadas imprevistas, dispuso que este sueño, se cumpliría con una serie de obstáculos, siendo el principal el hecho que su descendencia, estaría compuesta por cuatro niñas, futuras mujeres cuyo único destino sería casarse a los 14 años para devolver el honor a su familia, solo por el hecho de haber nacido con este sexo, hecho que en un principio, lo haría olvidar de este sueño, solo hasta el día en que, al observar a dos niños completamente aporreados en su pórtico, descubriría que sus dos hijas mayores, tenían grandes dotes de luchadoras, venciendo con facilidad a dos varones, dando paso a la construcción de un objetivo, donde no habría contemplación alguna, distinción de alguna clase, y un trato propio de deportistas de alto nivel, sin importar los sacrificios que tendrían que realizar, pasando desde una estricta dieta, hasta deshacerse de su preciado cabellos, que representaría una molestia a la hora de practicar las rutinas propias de la lucha.

El tiempo pasaba y las pequeñas niñas se transformaban en formidables luchadoras, ganando cuanto campeonato encontraban, llegando a obtener títulos nacionales, hecho que en primer lugar, llevó a Geeta a enrolarse con el equipo femenino nacional de lucha olímpica, para enfrentar competiciones internacionales, demostrando paso a paso, y junto a su hermana Babita, que las mujeres en la India, podían labrar su propio destino, por imposible que parezca, y que su rol estaba mucho más allá de los convencionalismos y los estigmas que su propia cultura les imponía, siendo ejemplo para millones que, tal como se vería, siguieron sus pasos, marcando un hito en un país donde las noticias de feminicidios y abusos contra niñas y mujeres, son de cifras espeluznantes, y lastimosamente, aceptados en su gran mayoría.

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Desde que nació mi hija, he estado en una constante apreciación de diferentes muestras artísticas que propongan un modelo diferente al patriarcal impuesto por siglos en la sociedad, sin caer en argumentos que lleven el feminismo a radicalizarse, desconociendo el valor del hombre como par en la construcción de comunidad, y sin tener referentes claros en el cine animado, donde hasta hace poco se está buscando repensar el papel de las princesas y su nula capacidad de resolver problemas por sí solas, tener ante mí una cinta, que plantea una revolución cultural absoluta en un país donde la miseria pareciese el principal marco para contar historias, compone un valor absoluto al momento de educar a mi hija con el objetivo de hacerla plenamente capaz de realizar sus sueños, sin imponer imposibles y por encima de cualquier prejuicio, que aún en esta época, se encuentran muy marcados hasta en las nuevas generaciones.

Ver al padre de Geeta y de Babita, haciendo de sus hijas unas campeonas, aunque en ocasiones su meta conlleva esfuerzos que sobrepasan la fragilidad de las pequeñas niñas, señala un proceso sin contemplaciones especiales por el hecho de su género, simplemente se observa al ser humano, con sus fortalezas y debilidades, llenándolas de confianza y enseñando a través del ejemplo, dándoles la oportunidad de ser tratadas como personas, y no como mercadería, tal como se observa  en varios apartes, llenos de emotividad y acompañados por los distintivos toques de espectacularidad del cine de Bollywood, donde la música y la amplia gama de colores, buscan contar historias más allá de la miseria, o de la pornomiseria, factor que busca generar lástima, más no resuelve los asuntos vitales de lo que se expresa, situación de la que fue acusada la ya nombrada Slumdog Millionaire, donde la podredumbre surgía como escenario obvio para atacar la sensibilidad del espectador.

Si bien, épicas como las que lleva a cabo Dangal, conllevan una hipérbole de la realidad para buscar rasgos de espectacularidad en la retina del espectador, no luce desfasado de la historia, y se convierte en una adición al esfuerzo que las dos mujeres que inspiraron esta película, haciendo de esta experiencia de casi 3 horas, algo inolvidable, perdiendo la noción del tiempo, y haciendo de cada personaje, de cada momento y de cada sentimiento, algo necesario para el argumento y no un relleno, como se ha vuelto regla en las películas que buscan inspirar y que al final terminan siendo cuentos trillados y de un valor nulo a la hora de examinar su valor en el séptimo arte.

Sobra decir que recomiendo Dangal, no solo para quienes como yo, somos padres de una niña, puesto que resulta efectiva para cualquier persona que vea imposibles a la hora de realizar sus sueños, efectiva para quienes saben que cada objetivo conlleva una serie de sacrificios que al final del día, se convertirán en recompensas, además de ser una bonita oportunidad de volver a Bollywood, a sus colores, a su música, a olvidarnos por un momento de la miseria humana como elemento redituable para hacer películas o contar historias, sino a observar el valor de la humanidad en su máxima expresión, conservando el amor y la esperanza, como elementos vitales a la hora de acompañar la consecución de cualquier meta.

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“… ¿Ves a esas niñas? Si ganas mañana, no ganarás sola.  Millones de niñas como ellas ganarán contigo.  Será una victoria para cada niña que es considerada inferior a los niños; que se forzada a cumplir con las labores de la casa, que es obligada a casarse solo para criar niños.  La lucha de mañana es la más importante.  Porque mañana, no estaremos luchando solo contra Australia, sino contra toda ese gente que piensa que las niñas son inferiores.”

Calificación: 8.5/10



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