Orgullo y Esperanza (Pride). 2014. Director: Matthew Warchus. Reparto: Bill Nighy (Cliff); Imelda Stauton
(Hefina) y Ben Schnetzer (Mark).

Justo cuando en Colombia se desarrolla uno de los debates
más espinosos de los últimos años, en busca de los derechos equitativos de las
minorías sexuales, es necesario hacer un recorrido por la historia, viendo con
detenimiento la lucha librada por pequeñas comunidades, que gracias a su ímpetu
y perseverancia, han ganado batallas inimaginables, tan grandes como la que
poco a poco, no es que vaya dejando claros vencedores, porque al reconocer a
las comunidades LGBTI, su derecho a legalizar sus uniones, a adoptar, a
casarse, en sí, a formar una familia, no es un simple reconocimiento, es una
deuda histórica que las mayorías tienen con seres humanos vilipendiados,
agredidos, disminuidos en su ser, y que solo hasta ahora, empiezan a ser
reconocidos como miembros iguales a todos los demás que componen a la
población.
Uno de aquellos documentos históricos en el reconocimiento
de los derechos y libertades de las minorías, es el que nos trae Pride,
conocida en el país como Orgullo y Esperanza, una película basada en hechos
reales, que muestran un suceso ampliamente llevado al séptimo arte, que marcó
la historia del Reino Unido, la huelga de los mineros, que durante un lapso
prolongado, puso en jaque al gobierno de Margaret Thatcher, y mostró al mundo,
una de las caras más tristes de una próspera nación, sumida entonces en la
pobreza de un sector de los ciudadanos, quienes veían cómo sus justas
exigencias y su justa lucha, eran disminuidas y vilipendiadas, curiosamente,
tal como ha sucedido a lo largo del tiempo con las minorías compuestas por
personas gais, lesbianas, transexuales y demás.
Pride recurre a una de las fórmulas más exitosas de la
comedia británica de los últimos tiempos, que es la de mostrar historias
humanas a través de problemáticas de universal reconocimiento, además de llegar
a las salas de nuestro país en un momento tan acertado, y que no deja de lado
la discusión que se centra en estar a favor o en contra de una decisión
trascendental para darle sentido real a palabras que yacen en la Constitución,
pero que por mucho tiempo, sonaban a lírica perdida en los oídos de unos pocos.

La historia empieza como muchas otras historias venidas
desde la Gran Bretaña, centradas en los tempranos ochentas, enarboladas por la
prolongada huelga de los mineros alrededor del país, donde las noticias
bombardeaban las retinas de todos los ciudadanos, donde a pesar de una mayoría
indiferente, surge un inusitado interés de una comunidad diametralmente opuesta
a los manifestantes, contraria a los mineros toscos, rudos y agresivos, que
pese a sus diferencias, quieren apoyar la huelga. Estamos hablando de la comunidad gay de
Londres.
Mark (Schnetzer), un joven homosexual, líder de un grupo de
gais y lesbianas, con un sentido social y de inconformismo bastante grande, en
medio de la marcha por el orgullo gay, decide que está cansado de lo mismo, y
busca por todos los rincones, una forma de ampliar su lucha social y hacer de
la comunidad gay, un actor importante y de reconocimiento en la sociedad,
mediante el apoyo a alguna causa, que para su gusto, debe estar casi perdida y
tener tintes de imposible, tal como lucía la lucha minera.
Pese a su altruista objetivo, su apoyo es rechazado en
varias ocasiones al mencionar el nombre del grupo que representa “Lesbianas y
gais en apoyo a los mineros” (lesbians and gays support the miners), pero su
insistencia lo llevará a toparse con un afortunado incidente que le permitirá
finalmente brindar directamente el apoyo que tanto quiere dar a un grupo de
mineros que tras una larga huelga, ven escasear sus recursos y así sus
esfuerzos por un logro justo.
El grupo de mineros que acepta la ayuda del grupo de
homosexuales, está localizado en un pequeño pueblo de Gales, rodeado por
montañas y atrapado en el tiempo, donde generación tras generación, han
dependido de las minas para subsistir, amparando su conocimiento en sus
creencias religiosas y en su ortodoxia, propia de regiones apartadas y casi
olvidadas por la civilización, liderada por un cuerpo colegiado, donde
participan las personas más influyentes del pueblo, entre ellas Hefina
(Stauton), una mujer de armas tomar, encargada de darle la fuerza suficiente
tanto a hombres como a mujeres, siendo el bastión para no dar el brazo a torcer
en la lucha; y Cliff (Nighy), un hombre solitario, amante de la poesía y
memoria viva del pequeño pueblo.

Una vez se da el tan esperado encuentro de tan opuestos
grupos, empieza a girar el eje dramático de la historia, recogiendo tanto los
prejuicios tan enquistados en una sociedad ultra conservadora, como la resistencia
a un odio sistemático, que causa una amplia prevención entre los gais y las
lesbianas, que ven en los pobladores un hueso muy difícil de roer, pero que
poco a poco les dará unas grandes sorpresas, encontrando comportamientos que ni
siquiera en la civilizada sociedad citadina, son capaces de encontrar.
Sus costumbres, sus apariencias y sus creencias, se van
sumando en busca de un bien común, teniendo en cuenta que tienen un enemigo
común y que solo mediante la unión de sus esfuerzos, pueden llegar a vencer, no
sin antes vencer sus propios demonios, que dan a esta película un tinte
particular, donde curiosamente, a pesar de su gran elenco, no cuenta con
protagonistas de primera mano, dando ese pedestal a comunidades enteras, que
gracias a un guion muy bien manejado, los hace estelares rutilantes, haciendo
resaltar de las individualidades, defectos y cualidades que le dan aún más
brillo a esta muy buena película.
Con momentos altamente emotivos y que dan lugar a formar
identidades y reconocimientos con la historia, se va desarrollando un drama
íntimo, que a lo largo se denota como un simil, donde las luchas terminan
siendo iguales, donde la búsqueda de antagonistas se resume, no en lo que la
proyección se muestra, sino a lo que en la propia vida se vive, dando como
resultado una grata experiencia y un enorme motivación, que como en los casos
de estas comedias británicas, conllevan esperanza en su epílogo.

Como lo he mencionado en lo que lleva de vida este blog, el
mejor resultado que puede dejar una película en un espectador es hacerlo
pensar, pero hay películas que van un escalón más allá y además de hacer pensar
al espectador, lo hacen sentir, lo hacen miembro activo de la trama,
convirtiéndose en un personaje más, con un guion propio y un reconocimiento
propio, encontrando un lugar especial en la memoria de quien las ve, un lugar
que es tan amplio que además de ocupar la mente, logra ocupar el corazón, y ese
lugar es el que ocupa Pride.
Su enfoque en ser un historia real recreada por la ficción,
no le quita ni los tintes anecdóticos ni los dramáticos, porque hay que dejar
en claro que, hay situaciones que por mucho superan la ficción, y qué más que
una historia, donde dos sectores antagonistas, terminan tan unidos que hacen de
las luchas ajenas, la suya propia, además, teniendo en cuenta, una puesta en
escena grandiosa, que le da la relevancia suficiente a cada uno de los roles
que la componen, encontrando en sí misma la gran consigna que propenden las dos
luchas: justicia e igualdad.
Me di la oportunidad de ver la proyección de esta película
en la última función del teatro al que asistí, viendo, como ya suele ser
costumbre, que el buen cine no goza de la recepción de los consumidores del
séptimo arte, el cual, tal como se ha visto en diferentes indicadores
económicos, se ha convertido en Colombia en un mercado bastante lucrativo,
rompiendo en el 2015 con récords de asistencia y mostrando una curva creciente
en cuanto a la asistencia de espectadores a las salas, dentro de los próximos
años, pero que aún sigue relegando los buenos productos a un público
especializado, que con calendario en mano, debe planear con tiempo la
asistencia a los teatros, antes que las películas sean removidas de las salas.

“…Cuando estás en una
batalla contra un enemigo mucho más grande que tú, y descubrir que tienes un
amigo que nunca pensaste que existiera, bueno, ese es el mejor sentimiento que
hay en el mundo. Muchas gracias.”
Calificación: 8.5/10
Nota: Gracias a sus visitas y gracias a su apoyo, Sala 7
quiere ampliarse. Quiere estar cada vez
más cerca de los espectadores que como yo, han encontrado un espacio propio
para hablar y degustar lo que más amamos.
Así que, en las próximas ediciones, estaré dándoles muy buenas
sorpresas, porque esta Sala está abierta y tiene espacio para todos.
Estaré atento a sus comentarios, solicitudes,
recomendaciones y demás en sala7blogdecine@gmail.com
Mil gracias.
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