lunes, 2 de febrero de 2015

WHIPLASH



Whiplash.  2014.  Director: Damien Chazelle.  Reparto: Miles Teller (Andrew) y J. K. Simmons (Fletcher).

 


La música en el cine juega un papel preponderante por cuanto, en muchas ocasiones, ayuda a profundizar en la idea que tiene el realizador al momento de plasmar una imagen, una escena, un momento en donde puede comprender la magia, la desgracia, la esencia misma de su obra, y qué más que enmarcar grandes interpretaciones bajo el contexto de grandes creaciones musicales.

Eso sí, debe deslindarse un género como los musicales, de las películas que giran en torno a la música.  Las primeras toman la música y las canciones como estructura propia de sus diálogos y su narrativa, donde la interrelación de personajes y sus momentos cumbre, se enfatizan a través de interpretaciones que van más allá del histrionismo y confluyen con el canto y el baile, dando al espectador la oportunidad de observar con más detalles, en muchas ocasiones, la mezcla entre teatro y cine, donde los tiempos y los espacios están debidamente sincronizados, no dando lugar a la improvisación, que en sí misma, gracias a grandes actores, es de ya todo un arte y una firma.

Whiplash es todo lo contrario.  Whiplash llega al punto donde la música es el eje de la historia, no por sus interpretaciones sino por su propia naturaleza.  Mostrando descarnadamente esa estrecha relación entre el oficio del músico y la locura, la misma que históricamente casó en matrimonio con la grandeza de maravillosos compositores e intérpretes, quienes van un punto más allá del sacrificio y que inclusive, llegan a desprenderse de toda humanidad por estar un escalón más arriba que todos los mortales.

Recalco que hacer esta reseña me ha llamado poderosamente la atención por cuanto ha demandado una investigación un poco mayor a la que normalmente realizo con mis otras reseñas, todo porque para hablar de música en el cine, no sólo basta con verla, sino que esencialmente hay que escucharla y leerla.  No basta con ser una fan del jazz, del rock o de cualquier género musical para comprender la unión que hay entre el alma del músico y su pieza magistral, cuyo camino es el que podemos observar en esta cinta, donde la perfección deja un legado de sangre, sudor, lágrimas y bastante locura.


 
Andrew (Teller), un joven estudiante en una de las mejores escuelas de Jazz del mundo, pasa sus días practicando en su batería, emulando a su ídolo Buddy Rich, buscando posicionarse en la banda escolar, que para sus alcances sería la gran meta a mediano plazo en su vida, teniendo siempre en cuenta a un maestro que con tintes de mito urbano, circula en los pasillos de la academia buscando a los mejores músicos para que formen parte de su banda, la misma que como un secreto a plena voz, dirige con tintes dictatoriales y con prácticas que rozan peligrosamente el sadismo.

En una de sus acostumbradas audiciones sorpresa, Fltecher (Simmons), llega al salón donde Andrew, junto con otros compañeros, practicaban alguna melodía de trámite, pero que intempestivamente, se convierte en su gran examen, la gran competencia entre dos bateristas, la cual, finalmente y a sorpresa de todos, Andrew, un muchacho retraído, solitario e inadvertido entre esa horda de promisorias luminarias, logra sacar avante, consiguiendo lo que en principio surge como la consecución de un sueño, pero que con el paso del tiempo termina convirtiéndose en su más amarga pesadilla.

A son de mal presagio, el primer día de ensayos con la banda del profesor Fletcher, inicia con tintes castrenses, con los músicos exhalando un constante miedo, pero que al parecer, es su más preciado elixir para poder destacarse en su arte y poder ubicarse entre los grandes, como repetidamente los quieren reconocer tanto Andrew como su maestro.

Su primera interpretación será Whiplash, una pieza compuesta por Hank Levy, un músico de Jazz estadounidense, quien dentro de su composición exigía un gran esfuerzo en el ritmo llevado por el baterista, quien a medida que seguían los ensayos, se enfrascaba en una batalla con otros de su especie, pero en especial consigo mismo.  Batalla que lo llevará a dejar de lado cualquier otro amor o cualquier otra actividad que demande tiempo de su parte, porque Andrew entenderá que para llegar al punto donde quiere ir, nada ni nadie debe interponerse en su camino.

La demencia del maestro Fletcher, donde sus métodos degradan cualquier vínculo pedagógico con sus alumnos, darán muestra de aquél adagio popular que reza “la letra con sangre entra”, pues en este caso, las partituras con sangre (literal) entran, llevando a Andrew a un punto de no retorno, donde su ego y su melomanía, lo harán ver superior ante sus congéneres, pero inferior ante las continuas torturas y ante la impotencia de saber que lo que el pensaba que estaba bien, se encuentra absolutamente mal, al punto de buscar a toda costa una excusa para decir no más y dejar la batería a un costado. 


Mientras escribía esta reseña, escuchaba atentamente a uno de los grandes percusionistas del Jazz Clásico como lo es Jo Jones, quien dentro de un compilado de sus más grandes interpretaciones llamado “The essential”, hace una magistral percusión en una de las piezas que es eje de Whiplash, como lo es Caravan escrita por Juan Tizol, cuyo ritmo y puesta en escena, resume con vehemencia lo que esta cinta nos quiere mostrar: la música como vocación, más allá del ser y con una intensa búsqueda del poder.

Como lo dije inicialmente, hay películas musicales y hay películas sobre música, y si bien esta película podría encuadrarse dentro de las segundas, se puede observar que el director Damien Chazelle, usa la música, el Jazz de Big Band, como pretexto para reflejar sentimientos humanos bien representados por sus protagonistas, quienes a lo largo de la cinta, mantienen un suspenso constante que encuentra su clímax en el enfrentamiento ampliamente llevado a la gran pantalla, entre maestro y alumno, donde aquello que llega el punto donde el alumno supera al maestro, queda en un limbo interesante, pues podría decirse que ambos llegan a esa misma cúspide, curiosamente enmarcada en la decadencia de sus propios seres.

Whiplash enerva, ataca aquel punto donde empiezan los sueño y quieren hacerse realidad, despedaza esperanzas e ilusiones y acobarda los anhelos dejando a la mano la simple realidad, situación que es su gran triunfo, además de introducir al espectador a un mundo, que si bien para los conocedores es algo de rutina, para el caso general, es un gran viaje al interior de la percusión de verdad, la percusión que pareciera imposible, el ritmo más allá de lo probable, el único que pudiera ser construido por el Jazz, ya que, si bien he sido a lo largo de mi vida un fan del rock clásico y de algunos de sus movimientos modernos, no hay mejor batería que la que se pueda escuchar en una pieza de Jazz.  Ya lo dice la película en una de sus escenas, al enfocar una frase que dice: “Si no sabes tocar batería, dedícate al rock”. 

Como epílogo de esta reseña, es claro decir que la música y el arte en general, son vocaciones las cuales sus obras sólo son la punta del iceberg de lo que realmente es el artista.  La genialidad y la locura, van ampliamente ligadas y todo porque de aquella locura es de donde surge la brillantez de cada una de las cosas que hace de este mundo algo maravilloso. 

Calificación: 8.5/10

Nota: Esta película ha sido la obra de mostrar en esta temporada por parte del cine independiente.  Llevándose todas las palmas en el Festival de Sundance, meca de cintas de este género.  Compite el próximo 22 de febrero por 5 premios de la Academia, incluyendo el de mejor película, aunque desde ya se puede asegurar que tiene una estatuilla fija en cabeza de J. K. Simmons, quien en su rol de Fletcher, está arrasando con los premios este año.

Una última recomendación.  Si quieren ver algo más sobre la unión de la música, el ingenio y la locura, los invito a ver Claroscuro (Shine).  Una película biográfica basada en la vida del pianista David Helfgott, que le mereció un premio Óscar como mejor actor a Geoffrey Rush, y nos dejó una de las mejores escenas de una película sobre música, que se ha hecho, en mi concepto, en la historia del cine.
 

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